viernes, 16 de septiembre de 2011

Novios del Mojón



PRESENTACIÓN

La obra que presentamos constituye un logro largamente anhelado.

El interés de esta publicación reside en que, por primera vez, una amplia muestra de estas figurillas, pueden ser contempladas bajo un mismo formato, en el que junto a la descripción de las piezas se recoge una ilustración de cada una de ellas, permitiendo al lector apreciar sus diferencias y similitudes en forma y tipología. En definitiva, la obra pretende servir tanto a los investigadores como al público en general, invitándoles a obtener una visión general de este tipo de figuras.

Por otra parte, estamos seguros que la existencia de esta obra, animará a quienes posean o tengan conocimiento de piezas y antiguos alfareros, no contemplados en este trabajo, los den a conocer para incorporarlos a futuras ediciones y enriquecer así el patrimonio.

Se estimó como conveniente que, puestos a hacer el esfuerzo que la publicación requería, se recogiese no solo una relación de figuras, sino el testimonio oral y gráfico de varios alfareros que estuvieron dispuestos a colaborar para un mejor conocimiento del pasado de estas singulares figuras. A todos ellos y a cuantos que de una forma u otra han contribuido a la edición de esta obra, nuestro más sincero agradecimiento.

El Museo Etnográfico Tanit

CERÁMICA

La palabra cerámica se deriva de la palabra griega “keramicos”, que quiere decir “sustancia quemada”. Es un término que se aplica, de forma amplia, a todas las piezas y artículos que se han endurecido por la acción del calor.

La historia de la cerámica puede decirse que va unida a la historia de casi todos los pueblos del mundo.

Desde la época neolítica, cuando el hombre pasó de nómada a sedentario, necesitó de recipientes para almacenar el excedente de sus cosechas, producidas por la práctica de la agricultura. Esta cerámica fue desde un principio, modelada a mano, dejándola secar al sol en los países cálidos y cerca del fuego en los de zonas frías. Más adelante comenzó a decorarse la mayoría de las piezas, con motivos geométricos mediante incisiones en la pasta seca que junto a la cocción, dio lugar a la aparición de un nuevo oficio: el del alfarero.

La elaboración de piezas de cerámica fue pasando, junto con las civilizaciones, de Oriente a Occidente, de Mesopotamia a Fenicia y desde esta a Grecia, Roma y el norte de África hasta llegar a la Península Ibérica. En todo este recorrido, las técnicas fueron modificándose.

Del uso inicial como recipientes para alimentos y bebidas, se utilizó más adelante para hacer figuras: de carácter mágico, religioso o funerario. También se empleó como material en la construcción de ladrillos, tejas, baldosas, azulejos y en los paramentos de las viviendas.

LA ARCILLA Y EL BARRO

La arcilla es una sustancia mineral procedente de la descomposición de silicatos de aluminio.

El término arcilla se usa habitualmente con diferentes significados:

  • Desde el punto de vista mineralógico engloba a un grupo de minerales con un tamaño de grano muy fino, inferior a 2 micras.

  • Desde el punto de vista petrológico es un mineral convertido en roca sedimentaria.

  • Para los ceramistas y alfareros, es un material natural, hidrófilo, que cuando se mezcla con el agua se convierte en una pasta plástica, fácilmente moldeable.

Existe variedad de colores en las arcillas, predominando las rojas y blancas. Las primeras tienen un gran componente de hierro que les da un tono rojizo y las segundas tienen un componente calcáreo.

Casi todas las canteras suelen estar a cielo abierto: el alfarero, luego de limpiar someramente la superficie, empieza a extraer la tierra con un pico, porque generalmente se presenta en forma de piedra.

Una de las principales cualidades que se requiere de una pasta para poderla trabajar, es que sea plástica, y decimos que una arcilla es plástica cuando al aplicársele un pequeño esfuerzo, se le produce una deformación, y esa deformación se mantiene aun cuando el esfuerzo haya cesado; los alfareros suelen decir a veces que el barro es graso, y esta es una propiedad que se detecta al simple tacto, más untuoso cuanto más plástica sea la mezcla. Para disminuir la plasticidad del barro, cuando se pega mucho a las manos, se le añade un desengrasante o un poco de arena fina; de esta forma las piezas se secan antes y se evitan las grietas, tanto en el secado como en la cocción.

Una vez preparado el barro se comienza a darle forma con las manos, que ha sido el método más corriente desde la antigüedad, e incluso el utilizado en nuestros días por los alfareros que continúan utilizando el sistema tradicional.

Antiguamente eran las mujeres las encargadas de modelar las piezas. Los hombres se encargaban de localizar la cantera donde extraer el barro; transportarlo; acarrear el agua; buscar la leña y encender el horno.

Cuando la arcilla se mezcla y amasa con un poco de arena, pasa a nominarse comúnmente “barro” y esta es la palabra utilizada generalmente por los alfareros.

LA CERÁMICA

EN LA ANTIGÜEDAD

Como hemos indicado anteriormente, el uso de la cerámica tiene casi la misma antigüedad que el hombre. Sin embargo, según los arqueólogos e historiadores, los primeros artesanos especializados aparecieron en Mesopotamia, cuna de la civilización.

Fueron estos artesanos los que inventaron las herramientas para trabajar mejor la arcilla, incluido el torno alfarero y el horno para cocerla. No solo confeccionaban diversidad de vasijas, decoradas y lisas, sino grandes cantidades de objetos pintados con figuras de animales y figurillas humanas, localizadas en hallazgos arqueológicos y en lugares de enterramiento, junto a los ajuares funerarios.



En la Mesopotamia antigua solo se han localizado figurillas femeninas, casi todas como la que ilustra este trabajo: vientre abultado, grandes senos indicativos de fertilidad y rostro muy impersonal, esbozado o no existe, reduciéndose casi a la figuración de los ojos.

El significado general de todas estas figurillas femeninas es el de representaciones de la “diosa madre”, protectora de la vida; en este contexto la fertilidad es el elemento fundamental, ya que su función es ser madres, y perpetuar la vida en un mundo lleno de hostilidades para el hombre.

En la civilización mesopotámica no se han localizado figurillas masculinas y femeninas en actitud de formar pareja.

Las figurillas humanas más antiguas que se conocen, formando pareja, pertenecen a la alfarería china. En el Museo Nacional de Shangay existe una pareja conocida como los “Novios de Shangay”, donde estos portan un cuerno de rinoceronte, a modo de vaso, recubierto de fibras vegetales. Los vasos contienen vino de palma que los novios se ofrecen mutuamente en señal de amor y augurios de fertilidad. Desde muy antiguo y en todas las civilizaciones, las figurillas humanas localizadas, han estado asociadas a la fecundidad y fertilidad.



En el antiguo Egipto, en la época faraónica, se encuentran infinidad de inscripciones, bajos relieves y figurillas, masculinas y femeninas, la mayor parte de las veces con significado e interpretación erótica. El tema y el acto sexual siempre se representó de manera natural y sin tapujos, teniendo un parangón casi idéntico con las culturas preincaicas de centro y sur de América.

Las figurillas localizadas, para los egipcios (humanas, divinas o sobrenaturales), casi siempre que representan a un hombre y una mujer juntos, lo hacen teniendo sexo o en poses sexuales. Al hombre lo representan con un miembro muy viril, de proporciones descomunales, y la mujer, sentada, exhibiendo los genitales muy marcados, o reclinada en posiciones provocativas.

En las civilizaciones mesopotámicas y egipcias, no se han localizado figurillas humanas que pudieran tener significado de relación matrimonial. Como excepción, en el Museo Nacional de El Cairo, se encuentra una figurilla de mujer, de la dinastía faraónica de Ramsés II, 1279 – 1213 a.C., representando la fecundidad. Estas figuras eran ofrecidas, por la familia, a las novias cuando iban a contraer matrimonio, como símbolo de fecundidad.


MUSEO JESUÍTICO JOSÉ MARÍA

CÓRDOBA – ARGENTINA

Durante la entrevista realizada al alfarero “Fefo García”, mencionó unas figurillas que había visto en el Museo Jesuítico José María, de Córdoba, Argentina, con sus atributos sexuales, si no tan exagerados como los de nuestras figuras, si mayores de lo normal; le indiqué que hacía unos diez años, mi esposa y yo habíamos estado durante una semana en esa ciudad, de visita a unos familiares, y nos llevaron al indicado Museo, pero o bien no nos dimos cuenta de las figuras en cuestión o no se encontraban expuestas en esa fecha.

Me quedé con la movida e indagando a través de Internet pude localizar la dirección electrónica del Museo. Con fecha 15 de Diciembre de 2010 envié a la dirección del Museo el siguiente correo:

“Hace unos años, durante una estancia de diez días en la ciudad de Córdoba, visité el Museo Jesuítico Nacional José María; conservo varias fotos de la visita pero no de un detalle que le comento. Estoy preparando una pequeña obra que titularé “Novios del Mojón”, que hace referencia a dos figurillas humanas, hombre y mujer, con los atributos sexuales exagerados y que según nuestra tradición, cuando un chico se enamoraba de una chica le enviaba una figura de hombre con sus atributos pronunciados, en señal de enamoramiento y de iniciar una relación para terminar en matrimonio; si la chica aceptaba esta proposición, encargaba a su vez una figura femenina, con senos abultados, haciéndosela llegar e iniciando así esa nueva relación.

En contacto con un alfarero de esta isla, que confecciona estas figurillas de barro, me informó que había visitado vuestro Museo y que en él vio unas figurillas humanas, con atributos sexuales exagerados y que en su opinión, le parece, tienen reminiscencias africanas. Le remito foto de una pareja de novios que conservamos en nuestro Museo, y que es, según tenemos conocimiento, la más antigua de las conocidas en la isla de Lanzarote. Le agradezco toda la información que sobre este particular pueda darme. Atentamente José Ferrer – Director del Museo Etnográfico Tanit.

Después de reiterados intentos sin respuesta, recibo al fin comunicación de don Wilde Sebastián Vecchio, responsable del Área de Documentación del Museo Jesuítico Nacional José María, de Córdoba, indicándome que había recibido mi solicitud de información y que por diversos motivos no había podido contestarme antes.

Indica que, por esas fechas, las piezas en cuestión se encontraban en la exposición permanente de Arqueología: “Otros Dioses, la misma tierra”, pero que un posterior estudio, les llevó a considerar que no encajaban en ese grupo y las retiraron; es posible que durante nuestra visita, ya estuviesen retiradas, y fuese este el motivo por el que no pude verlas.

Las figuras se encuentran actualmente expuestas en otra vitrina y pertenecen, según me indica, a la “Cultura Aguada”, desarrollada en la región que comprende las actuales provincias de Rioja y Catamarca, en el Noroeste de Argentina. Esta Cultura tuvo su desarrollo entre los siglos VIII y X d.C.

Fueran utilizadas, principalmente, como símbolo de relaciones matrimoniales, pero también como de acompañamiento funerario al consorte fallecido, al haberse localizado, algunas de estas figurillas, en los enterramientos.

Acompaña una foto de las figurillas, cuyas medidas son de 15 x 8 cm.



Estas figurillas carecen de órganos sexuales pronunciados y a mí entender, solo tienen o pueden tener relación con nuestros “Novios del Mojón”, en lo referente a la relación matrimonial.

CERÁMICA PÚNICA IBICENSE

Todas las tribus que hablaban lenguas semíticas, partieron de la antigua Macedonia y se establecieron en las costas del Mediterráneo, fundando pequeñas aldeas que, poco a poco, fueron cambiando de dedicación, pasando de agricultores a ser un pueblo de pescadores.

La relación de las comunicaciones entre estas aldeas eran difíciles, por lo accidentado del terreno, permitiendo tener mejores comunicaciones por mar que por tierra, naciendo así la navegación de cabotaje.

Para mejor proteger su prosperidad e independencia, con relativa frecuencia se unían para luchar contra los enemigos, cuando estos pretendían invadirlos. Pese a su relativa independencia, terminaron formando un solo estado, conocido con el nombre de “Fenicia”, y a sus habitantes, a través de la historia, como fenicios.

Su influencia se fue extendiendo a través de toda el área del Mediterráneo, principalmente por el norte de África, donde además de relaciones comerciales, fundaron varios asentamientos o colonias. Las colonias eran territorios conquistados o adquiridos, donde se establecía una parte de la población fenicia de forma estable.

De estas colonias destacó “Cartago”, que desarrolló una vida independiente, y que poco a poco fue teniendo poca vinculación con las ciudades fenicias, terminando por constituirse en un estado independiente, fuerte próspero y poderoso, entrando en la historia como el “pueblo cartaginés”.

Los fenicios primero y los cartagineses después, al igual que todos los pueblos antiguos, adoraban a una multitud de dioses, a los que imploraban los protegiera de los enemigos y de las fueras desatadas de la naturaleza.

Un dato a reseñar, en cuanto atañe a las deidades, es que estas se constituían de forma jerárquica, el que tenía todos los atributos de dios supremo, “Baal”, reconocido como soberano y rey, el mismo dios de los semitas, desde la etapa babilónica. Lo mismo sucedió con la “Diosa Madre”, conocida por los fenicios como “Astarté” y “Tanit”, para los cartagineses.

Ibiza, con un pasado milenario, fue conquistada por varios pueblos de la antigüedad: fenicios, griegos, romanos y cartagineses. Los cartagineses, al igual que hicieron en todos los territorios por ellos ocupados, fue el establecimiento de un santuario dedicado a la “Diosa Tanit”, hecho muy singular, porque por primera vez se va a venerar y adorar a una diosa en exclusiva, olvidando al dios principal.

No son frecuentes los santuarios trogloditas, es decir, aquellos que han sido instalados en cuevas. El santuario instalado en la isla de Ibiza por los cartagineses, está en una cueva: la “Cova des Cullerán”. Se desconoce el motivo de esta decisión, pero la creencia más generalizada es que, sometidos como estaban los cartagineses a continuas luchas, querían preservar a su diosa de una posible “profanación”.

Lo que hace de Es Cullerán, un santuario único en todo el mundo fenicio-púnico, es el hallazgo de gran número de exvotos y figurillas, que conforman su adscripción al culto de la diosa.

Los objetos encontrados por los arqueólogos, cuando el descubrimiento de la cueva, en 1907, y las posteriores excavaciones se encuentran depositados en el Museo Arqueológico de Ibiza.

Entre los objetos localizados se encuentran gran número de “talismanes y amuletos”, confeccionados en barro cocido y piedras especiales, considerados como símbolos de magia y superstición, para preservarlos de los enemigos y malos espíritus.

Además de los amuletos y talismanes, se han localizado pequeñas figurillas de hombre y mujer que, desde el punto de vista amoroso, pudieron desarrollar cualidades increíbles: “hacer irresistible a un hombre ante las mujeres, suscitar entre los hombres el deseo hacia la mujer de la que se ha enamorado y viceversa, siempre que el interesado la pusiese junto a su cuerpo”.


LA CERÁMICA

TRADICIONAL CANARIA

En las islas Canarias, la escasez y pobreza de los materiales empleados, tanto en épocas prehispánicas como después de su incorporación al mundo occidental, junto con la simplicidad y rusticidad de la vida campesina, crearon una artesanía simple y elemental, a la vez que funcional. Esta sencillez, tanto en los materiales como en su confección, ofrecen un atractivo y encanto singular, reconocido por nuestra gente y por quienes nos visitan, de la que hacemos acopio y demanda de esta artesanía tradicional, conocida como “artesanía popular canaria”, que, aunque simple, es bella en sus formas, entroncada con la realizada por los aborígenes canarios, siguiendo iguales o muy parecidas técnicas.

Con el “barro”, nuestros antepasados, no sólo confeccionaron el utillaje doméstico sino también el considerado como un elemento más de ritos religiosos, ornamentales y representaciones idolátricas para el culto.

La cerámica de los aborígenes canarios, pese a su simplicidad, es de una gran riqueza de formas, decorada y aún pintada en algunas zonas.

En Gran Canaria y como exclusiva de esta isla se localizan las llamadas “pintaderas”, objetos de barro, con motivos ornamentales vaciados o en relieve y que, según se presume fueron utilizados por los canarios para tatuarse y como sellos: signos de propiedad. La cerámica de Gran Canaria es la más variada y perfeccionada de las islas, con abundantes decoraciones geométricas y un bruñido especial muy parecido al de los vasos decorados con almagre, localizados en algunos puntos del Mediterráneo.

En Tenerife se han encontrado vasos, supuestamente utilizados para el ordeño de cabras y ovejas, bastante toscos, lisos y con fondo ovoide, característica muy típica de esta isla.

La cerámica tradicional de Fuerteventura, destaca por su tamaño, variedad, incisiones, acanaladuras formando bandas horizontales y verticales a modo de surcos, y sobre todo por sus mamelones. El vaso cerámico tradicional y más conocido es el “tabajoste”, “tofio” o “togio”, en tonos rojos y marrones, con fondo plano y amplio vertedero, que servía para recoger la leche del ordeño.

En Lanzarote, la cerámica es muy sencilla, con gran diversidad de tonos ocres, decoración incisa y de temas variados. Destacan las combinaciones de líneas paralelas y sobre todo la decoración en espigas u hojas de palmera, pintadas con “tegue”, que es un engobe amarillento.

Junto a los yacimientos se localizan abundantes fragmentos cerámicos, la mayoría lisos, con algunas incisiones y sin decoración. Son escasas las piezas, a tamaño natural, encontradas enteras. Se han descubierto piezas cerámicas de pequeño tamaño, conocidas como micro-cerámicas, cuya formas y elementos ornamentales son iguales que las cerámicas normales; se cree que su función ha sido, posiblemente, de utilización ritual.


En la isla de La Palma la cerámica tiene gran interdependencia con toda la costa occidental africana, manufactura tosca, simple, de superficies lisas, pero con abundantes incisiones y acanaladuras.

En general la cerámica de las islas Canarias se suele trabajar, actualmente, de parecida forma a la utilizada por los aborígenes. Los ceramistas o alfareros, entre los que abundan las mujeres, con el paso de los siglos siguen usando, comúnmente, nada más que las manos, sencillas espátulas y paletas de madera, confeccionadas por ellos mismos, un viejo cuchillo o trozo de arco para cortar, raspar y devastar la pieza, sin olvidar las “timijotas” o alisadoras, cayados muy lisos de la playa, para el bruñido final de la obra.

La preparación del barro con técnicas tradicionales (majado con palos, “amorosado” y amasado a mano), es la labor más dura de los artesanos.

Recogido el barro y majado, para reducirlo en trozos pequeños, se pone de remojo en cualquier clase de recipiente para que se curta, es decir se abra como si fuese piedra de cal, quedando esponjado para poderlo amasar con las manos. Antiguamente este proceso se hacía colocando el barro en un pequeño hoyo que se hacía en el suelo, remojándolo hasta que “estrallara”, que es síntoma de que ya estaba preparado para amasarlo.

El amasado se suele hacer sobre un tablero o mesa baja, sobándolo con las manos y espolvoreándolo con arena fina recogida del fondo de los barrancos. Se prepara la cantidad de barro a utilizar en las piezas que se van a confeccionar, para evitar que se reseque y endurezca. La mayoría de los artesanos colocan el barro amasado en baldes, cacharros o pequeñas cajas de madera, cubiertos con un fardo mojado; de esta manera el barro conserva su plasticidad y dura más tiempo. De estos recipientes, el artesano va sacando la cantidad necesaria que va a utilizar para la pieza a confeccionar.

Este es el procedimiento general utilizado, en los alfares y talleres particulares, por los artesanos que hemos visitado y entrevistado. Creemos que no se trata de un inmovilismo técnico sino de conservar la tradición y mantener la memoria viva.

Con el fin de conservar y divulgar la cerámica tradicional canaria, así como mantener la tradición a rajatabla, sin cambiar ningún paso en el proceso de creación de un objeto, se han potenciado, en algunas islas, los llamados centros loceros o alfareros, donde todo el trabajo se realiza de manera manual, utilizando los mismos medios y técnicas con las que se realizaban en el pasado.

Los principales centros alfareros que se conservan en nuestras islas y que hemos visitado personalmente, se encuentran en:

La Atalaya, (Santa Brígida, Gran Canaria). Posiblemente sea este el Centro Locero más importante de Canarias, por su organización, por la amplitud de sus instalaciones, por el número de alfareros que allí trabajan, por los cursos que organizan y por preservar las técnicas como las de antaño.

Este centro es un conjunto de casas-cuevas muy bien conservadas, llevando dos de ellas los nombres de antiguos alfareros que destacaron por mantener viva esta tradición, como son la de: “Panchito” y “Antoñita la Rubia”, convertidas hoy en museo.


Otros centros alfareros de Gran Canaria son: el de “Hoya de Pineda” en Guía y “Lugarejo” en Artenara.

En Tenerife se localizan algunos destacados centros alfareros que practican y enseñan la técnica de la cerámica, como los de “La Guancha” y “Mazca”; este centro cuenta con un pequeño museo que nos muestra la variedad de piezas localizadas en la isla y que en un taller adjunto podemos contemplar el trabajo, donde varias artesanas van reproduciendo las piezas expuestas.

En La Palma se conserva el Centro Locero de “Mazo” y en el Hierro, el de “Chipude”.



CERÁMICAS Y TERRACOTAS CANARIAS

En el plano puramente técnico, el estudio de las cerámicas y terracotas canarias ha de tomar en consideración desde el aprovisionamiento y la manipulación de las materias primas, fundamentalmente el barro, hasta los procedimientos de cocción, pasando como es natural, por el modelado y el acabado.

Los objetos y figurillas de barro, localizados en las distintas islas, presentan, pese a su heterogeneidad técnica, notables afinidades en todas las producciones prehispánicas. La aparente composición de los barros, la forma de modelar y montar determinados elementos, o los tratamientos dados a las superficies se aproximan en todas las islas y son especialmente visibles en los recipientes dotados de mangos y asideros.

Las esculturillas de arcilla de los canarios prehispánicos, que han llegado hasta nosotros y conservadas en los diferentes museos, presentan grandes similitudes en las figuraciones humanas, en esculturillas de hombres y, sobre todo de mujeres.

El atributo sexual más diagnóstico está constituido por los órganos genitales externos, es decir, por el pene, la vulva y los senos. En las figuras femeninas, las caderas, los senos y los vientres abultados suelen presentarse de forma exagerada. En las terracotas masculinas es el pene la incontestable marca de virilidad.

En todas las islas, los rasgos comunes de la estatuaria figurativa humana aparecen, como una constante, el modelado escasamente detallado de rostros y extremidades que llegan incluso, a desaparecer o atrofiarse. Respecto a su posición, nos encontramos con ejemplares sentados o arrodillados, es los que es difícil determinar su sexo. Existe otro grupo, escaso, más heterogéneo, de figurillas de hombres y mujeres de pie o semierguidas.

La inmensa mayoría de las figurillas, para las que se cuenta indicaciones arqueológicas suficientes, pueden ser calificadas de domesticas y sin ninguna relación entre ellas, con la sola excepción de dos figurillas halladas en El tabaibal de Arucas, dentro de una cueva, donde reposaban dos cadáveres. Los estudiosos no han puesto la mano en el fuego para defender la íntima asociación entre unos y otras. Se desconoce el vínculo que pudieran tener entre si esas figurillas. Puede atribuirse, tanto a una relación de pareja, como a cierto carácter funerario.

En nuestra isla y desde tiempos inmemoriales, se ha atribuido, a estas figurillas, una relación de proposición matrimonial. Cuando un joven quedaba prendado una joven, encargaba una figura de barro, masculina, que ofrecía a su enamorada en señal de matrimonio; si esta aceptaba la proposición, encargaba a su vez una figura femenina que entregaba en señal asentimiento.

Esta tradición y esta creencia, se ha mantenido a través de los años, llegando hasta nuestros días donde son muchas las parejas que, aunque no se las obsequian como petición o señal de matrimonio, si las adquieren como recuerdo de una bonita y singular costumbre, usanza y leyenda lanzaroteña.

El Departamento Cultural del Ilustre Ayuntamiento de Teguise aprobó la convocatoria de un certamen literario: “Cartas de Amor y Desamor”, titulado “Novios del Mojón”, en el que los participantes presentan cartas de amor, como homenaje a esta tradición, que no debe perderse. En la primera convocatoria se recibieron un total de 165 misivas de diversos lugares: Sudamérica, Península y hasta de un pueblecito de Rusia. El fallo del concurso se fijó para el 14 de febrero, del año de la convocatoria, Día de los Enamorados.



BUSCANDO NOVIA

EN EL MOJÓN

ROMANCE

El profesor y escritor don Jesús María Godoy Pérez, en su obra: “Sabei popular de Lanzarote”, recoge una amplia relación de romances lanzaroteños, entre el que destaca:

“Buscando novia en el Mojón”

El romance narra las vivencias del joven arrecifeño “Atanasio”, que asistió a un baile en el pueblo de “El Mojón” y que de Guadalupita se enamoró. Se transcriben algunos versos, en los que se mencionan, entre otras, a dos personas: la señora “Joaquina”, dedicada a la alfarería, y a la joven “Teodomira”, que años más tarde sería también una conocida y afamada alfarera de esta localidad.

El día veinte de enero

hubo una gran reunión

con un joven de Arrecife

y las niñas del El Mojón.

Esperaban a este joven

todas con inspiración,

voy a decirles sus nombres

para que sepan quienes son:

………..

Van a casa de Gregorio

a saludar al señor,

y van por la calle nueva

como en procesión,

que de señora llevaban

a Joaquina de León.

Acudieron a la ermita

y dicen en baja voz:

¡Ay, San Sebastián bendito,

este me lo llevo yo!

…………

Van a casa de Marcial,

que también los invitó,

y allí se abrieron las puertas

Y muy bien los obsequió;

y sale Teodomira

con zapatos de tacón:

¡entren todos pa dentro

hasta el último rincón¡.

…………

Le dice Teodomira

con mucha satisfacción:

búsquese novia, Atanasio

y véngase p´al Mojón.

Eso si que no me atrevo,

porque no sé la intención

que tienen las señoritas

y puedo llevarme un “no”.

………….

Caballero, si usted quiere,

y me hace usted favor,

acuda el sábado al baile

que se anuncia en el Mojón.

Asistió al baile Atanasio

y de novio se quedó

con Guadalupita Hernández,

que la palma se llevó.

LAS HERMANAS “RATONAS”

Entre los ceramistas más antiguos y recordados, se encuentran dos hermanas solteronas, conocidas como “Las hermanas ratonas”.

Se dice de ellas que fueron alfareras excepcionales. Conocían mejor que nadie el trabajo cerámico, destacando de forma especial en la confección de las conocidas y tradicionales figuras masculinas y femeninas.

Nos informan que el Cabildo Insular de Lanzarote posee una taza y una pareja de estas figuras, expuestas, en su día, en el Museo Arqueológico Insular, instalado en el Castillo de San Gabriel de Arrecife. Las piezas confeccionadas por estas hermanas, están tintadas con almagre, muy bien trabajadas, con un bruñido y brillo extraordinario. Quemaban sus piezas en horno, de esta forma el quemado era más homogéneo. Generalmente en Lanzarote, el quemado se hacía en un pequeño hoyo o al zoco de un “goro” para proteger el fuego del viento. Las piezas se colocaban sobre la leña y también las cubrían con ella.

Con el fin de restaurar las dependencias del Castillo, se retiraron las piezas que se encuentran custodiadas por la unidad de Patrimonio en espera de poderlas exponer en el futuro “Museo de Sitio” que está proyectado construirse en las inmediaciones de la zona arqueológica de Zonzamas. Según nuestro informante, conocido ceramista, la textura, bruñido y terminación de las mencionadas figuras no tienen parangón con las producidas por otros artesanos.

En contacto con responsables de la unidad Patrimonio, me indican que no consta, en el inventario de piezas retiradas del Castillo, la existencia de esa pareja. No obstante, pude contemplar y fotografiar una pareja confeccionada en 1967 por el polifacético Don Juan Brito, que describiré junto con la entrevista personalmente que le hice.

SEÑA TEODOMIRA

(1865 – 1940)

Fue una de las más antiguas y destacadas alfareras del Mojón. Su nombre, en plena juventud, aparece citado en el “Romancero”, publicado por Jesús Mª Godoy en 1987.

Teodomira nació y vivió en el emblemático pueblecito del “Mojón”. Como muchas de las mujeres de su pueblo, dedicó gran parte de su vida a la alfarería. Tuvo como maestra a Joaquina de León, conocida como la “Vieja Joaquina”.

En el M.E.T., Museo Etnográfico Tanit de San Bartolomé de Lanzarote, se conserva una pareja confeccionada por “Seña Teodomira”, adquirida en Agosto de 1932, por don José Ferrer Martín como recuerdo de su enlace matrimonial.

Es la pareja más antigua de las conocidas en la actualidad.



DOROTEA ARMAS CURBELO

“Seña Dorotea”


Fue la representante más genuina y la más firme exponente de las populares figurillas de los “Novios del Mojón”, sus “muñecos”, como así los llamaba al principio, de gran rusticidad, recuerdan y reemplazan a las bellas estatuillas encontradas en los asentamientos guanches que representan y simbolizan la fecundidad.

Estando de maestro en La Vegueta, la visité varias veces en su casa de Muñique y con ella mantuve largas conversaciones relativas al trabajo del barro y los singulares “Novios del Mojón”. En la foto aparece Doña Dorotea portando una magnífica pieza de su producción, adquirida en 1965, durante una de mis visitas.

Contaba que no sabía leer ni escribir, ni escuchaba la radio, pero conocía como nadie el trabajo de la alfarería que había aprendido en el pueblo del Mojón, de donde era su marido. Terminó aprendiendo a escribir su nombre, y con él firmaba sus figuras, en la parte posterior.

Confeccionaba todo tipo de piezas: tallas para el agua, ollas, cazuelas, bernegales, togios para el ordeño, jarras para guardar gofio, platos, sahumadores para quemar esencias aromáticas, calderos para cocinar, el exclusivo “camellito de tres patas” y los tradicionales “Novios del Mojón”. Dice que se llaman así por ser en ese pueblo, antiguo centro alfarero, donde tradicionalmente, según parece,

“existió esa costumbre ancestral por la cual se establecía una especie de rito o compromiso entre novios, los cuales para representar su aprobación de cara a un posible matrimonio, se hacían regalos. Estos consistían en: el novio conseguía una figura representativa de un varón con sus atributos sexuales y la regalaba a su prometida. En el caso que ésta aceptara el compromiso que el varón proponía, entonces ésta ofrecía una figura femenina en la que también se representaban claramente los atributos sexuales femeninos. Así se cerraba esta especie de rito y, de esta forma aparecieron los conocidos “Novios del Mojón”.

Hasta casi finales de su vida, Dorotea mantuvo vida la tradición alfarera. Ninguno de sus hijos continuó con su oficio, pero si dos de sus nietas y el esposo de una de ellas, Marcial de León. Le gustaba confeccionar todas las piezas que hacía, ninguna en especial le atraía, aunque si, reconoce, que le encargaban muchos novios y camellitos.

Fue muy amable y locuaz, permaneciendo siempre fiel a la tradición heredada de nuestros antepasados, que le llevó a lograr una peculiar forma de acercarse a la grandeza de la alfarería.



Dorotea y los actuales ceramistas, son los más fieles exponentes de la cerámica tradicional lanzaroteña.

JUAN BETANCOR NÚÑEZ


Juan Betancor Núñez, fue el primer artesano entrevistado y no lo fue por casualidad, todos me son conocidos y con todos mantengo muy buena relación, pero con Juan Betancor me une una muy buena y antigua amistad, extremo este por el que decidí iniciar con él las entrevistas recogidas en esta obra.

Juan nació en Guatiza en 1932, localidad donde residió gran parte de su vida, en la actualidad tiene su domicilio en Arrecife. Su taller de alfarería lo tiene en el paraje nominado “Peña Vieja”, junto a la “Peña litófila Luís Cabrera”, en la ladera oriental de la montaña Guenia. Allí trabaja el barro, sin olvidar la atención que dedica a la agricultura en la parcela que rodea su casa.

Durante su vida laboral, Juan realizó diferentes trabajos: en la agricultura, las salinas de Guatiza, en la construcción y en el muelle de Los Mármoles. Estando en este trabajo sufrió un accidente laboral y fue sometido a una operación de columna, de la que no quedó bien, y por lo que se le concedió, en 1984, la invalidez permanente.

Siempre había sentido inclinación por el trabajo de la madera, y como no podía realizar grandes esfuerzos, se dedicó a la confección de pequeños objetos tales como: destiladeras, sillas de camello, arados, yugos, tablas para rastrillar, serones, etc. En 1985 asistió a un curso de cerámica, organizado por el Ayuntamiento de Teguise, dirigido por un experto ceramista. Conoció el trabajo del barro y tanto le agradó que, a partir de esa fecha se dedicó, casi en exclusividad, a esta actividad.

Comenzó a trabajar la cerámica en un pequeño taller que instaló en su casa de “Peña Vieja”, alternándolo, las mañanas de los domingos, en un taller improvisado e instalado en un comercio de souvenir de Teguise, donde los visitantes observaban el trabajo de la cerámica tradicional canaria. En una de esas mañanas observé que confeccionaba una pieza de regular tamaño y diferente a lo que normalmente hacía. Me dijo que era un encargo que le había hecho la Profesora, jubilada, Doña Nieves Toledo, para hacer un obsequio y ¡oh casualidad¡, el obsequio era para mi. El motivo fue yo había sido Director del Colegio La Marina de Arrecife y Doña Nieves ejercía en una de las Escuelas de El Lomo, dependientes de la dirección de La Marina. El Ministerio había construido un nuevo Centro en aquel barrio y el Claustro del Colegio La Marina, a mi indicación, acordó proponer a la Corporación Municipal nominar el nueve centro con el nombre de “Colegio Nieves Toledo”, como así sucedió. Doña Nieves, en agradecimiento, quiso obsequiarme con una bella pieza de barro: una campesina lanzaroteña con un “tiesto” entre sus manos.


Juan abandona el trabajo de las mañanas de los domingos en Teguise para dedicarse exclusivamente a la alfarería en su alfar de “Peña Vieja”. Como la mayoría de los alfareros, las principales piezas que confecciona, son: jarrones canarios, asaderas, bernegales, togios y “Novios del Mojón”, que según manifiesta, “no le gusta mucho hacerlos porque son latosos, prefiere otras piezas que las hace con mayor facilidad y son más rentables”.

La confección de sus piezas son generalmente gruesas y toscas, como se hacían antiguamente. Me indica que, según le han informado, nuestro barro es pobre en hierro y si las piezas se han muy delgadas, al cocerlas se estallan. Incluso, dice, antiguamente se hacían mucho más gruesas que hoy. Comenta que, si el barro se trabaja bien, se le añada arena muy fina y se seca lo suficiente, para que no quede resto de agua, pueden hacerse piezas más delgadas, sin peligro que se estallen.

El barro que utiliza lo extrae en lo alto del risco de Famara, cerca de la ermita de las Nieves; también hay buen barro para la cerámica entre Haría y Tabayesco. Para extraerlo hay que limpiar el terreno, picar hasta que aparezca el barro en forma de tosca dura, necesitándose un pico para sacarlo. Unas veces el barro se encuentra cerca de la superficie, y en otras a 40 ó 50 centímetros.

La preparación del barro es muy similar a como lo realizan otros ceramistas, consistente en majarlo para obtener pequeñas piedras que remojadas se abren cono si fuese cal viva. Una vez seco y convertido en arena fina, se cierne para obtener un producto como si fuese harina. A continuación se mezcla con arena fina de los barrancos, en 30% aproximadamente. Una vez mezclado se le añade agua y se amasa muy bien, sobándolo bastante. Algunos lo amasan con los pies haciendo una pilada en suelo muy limpio. El material ya preparado se suele colocar en un cajón o en baldes, que se cubren con un fardo, rociándolos con frecuencia para que la pasta se conserve siempre húmeda. Del material preparado se va sacando lo que se necesita para el trabajo que se vaya a realizar.

El barro lo trabaja manualmente, sin utilización de torno. Con las manos y diferentes espátulas, que él confecciona, va poco a poco dando forma a la pieza. Una vez terminada la alisa con una espátula muy fina y la bruñe con pequeños cayados de la playa, sin poros, conocidos como lisaderas o “timijotas”. Terminadas las piezas las pone a secar a la sombra hasta que pierdan toda el agua que les haya quedado.

Una vez secas pasan al horno para quemarlas. Antiguamente se hacía un hoyo en el terreno, se colocaba la leña y sobre ella las piezas. El fuego iba quemando las piezas, que se dejaban en el hoyo hasta que estuviesen frías. Juan utiliza un horno de fabricación propia, consistente en una cámara abovedada hecha con barro y ladrillos refractarios, con chimenea para salida del humo; le coloca una puerta de lata que cierra cuando el horno está cargado. Si tiene muchas piezas que quemar, coloca una rejilla de hierro, sustentada con unas piedras para que las piezas no se peguen. Utiliza como leña todo lo que encuentra, ramas secas, varas de parra, cepas, troncos partidos y sobre todo tablas de cajones. Suele tardar dos días en sacar las piezas. Me indica que si después de sacar las piezas quedan algunas brazas y aparece por su taller algún familiar o amigo, las aprovecha para asar alguna batata.


El conocimiento que desde su niñez tiene, y lo que ha oído siempre sobre los “Novios del Mojón” es el general: que cuando un hombre se enamoraba de una mujer, encargaba una figura masculina para ofrecérsela a la chica, en señal de amor y propuesta de matrimonio; si la chica lo aceptaba, hacía lo mismo, encargaba una figura femenina con que obsequiar al enamorado, en señal de aceptación. Estas figuras se han confeccionado, invariablemente, con los atributos sexuales muy acentuados, para llamar la atención del sexo contrario.

Recuerda que siempre ha tenido conocimiento, por transmisión oral, que el pueblo del “Mojón” ha sido, desde tiempos ancestrales, el principal centro alfarero de Lanzarote. Cita como antiguas alfareras a: “La vieja Joaquina”, seña “Teodomira”, casada con Claudio, a la que conoció cuando niño, pero que ya no trabajaba y a “Doña Dorotea”, que aunque no era natural del Mojón, aprendió el oficio en este pueblo, continuándolo más tarde en el pago de Muñique. De todas ellas, dice, fue “Doña Dorotea” la que alcanzó mayor renombre en la confección de los tradicionales y ya famosos “Novios del Mojón”.

No pudo sustraerse a indicar algún comentario relativo a las figurillas de los novios, entre ellos el de una joven de Guatiza, amiga de la familia y un poco desvergonzada en el hablar, que no le importaba decir lo que siente. Lo visitó en su taller cuando precisamente estaba terminando una figura de novio y lo “insultó” diciéndole: “Juan Vd. es un miserable. Me asombró su actitud y le dije me indicara el motivo de su agravio, contestándome: ¡No tenía un poco más de barro que añadirle¡. Se ve que le pareció corto el ya exagerado miembro masculino.

Otras significadas anécdotas, son de signo muy parecido, como la de otra joven que fue a encargarle un novio y le dijo: “No lo quiero para mi, es para regalárselo a una prima que se va a casar, pero pónselo bien puesto”.


MARCIAL DE LEÓN BARRIOS


Marcial nació en Las Calderetas, municipio de Tinajo, el 7 de Julio de 1947. Dedicó sus primeros años a la agricultura. Con 17 años se trasladó a Las Palmas de Gran Canaria donde trabajó en la hostelería, en el Hotel Reina Isabel. Al inaugurarse el Hotel Fariones, que pertenecía a la misma empresa, se trasladó a Lanzarote. Marchó a Cataluña donde trabajó dos años, también en la hostelería y allí sacó el carnet de conducir. De nuevo en Lanzarote se dedicó al transporte, en camiones y en el taxi. Durante unos años realizó varias obras como empresario de la construcción.

Al casarse con una nieta de “Doña Dorotea”, conoció y aprendió de ella el intríngulis de la alfarería que compaginó con el trabajo de taxista, que ejercía por las tardes, complementando sus ingresos por el poco trabajo que había. También su señora elaboraba piezas, que al igual que él recibió la enseñanza de Doña Dorotea.

Nos indica que Dorotea era natural de Tinajo, quien nació en el Mojón fue el padre de esta, pero quien la inició en el conocimiento de la alfarería fue su suegra, también del Mojón y buena alfarera, pero no recuerda su nombre.

En esa época la cerámica estaba trabajada por mujeres. Recuerda oir nombres de ceramistas del Mojón, como Joaquina y Teodomira; no hay que olvidar, dice, que el Mojón fue por excelencia, el principal centro ceramista de Lanzarote.

El material para sus trabajos los saca en las inmediaciones de la Ermita de Las Nieves. Por el color del terreno se aprecia donde cavar un poco para encontrar el mejor barro, endurecido, y que hay que sacar con pico y hasta con una barra. Se desecha la parte de arriba y a partir de 30 ó 40 centímetros ya se obtiene el buen material. Transportado al lugar del trabajo, lo machaca para obtener trozos pequeños que pone de remojo en cacharros, a medida que va necesitando el material. Una vez preparado el material, lo cubre con un fardo humedecido para que el barro no se seque. Saca la cantidad que va a necesitar y sobre un tablero lo va amasando y mezclando con arena muy fina, previamente cernida y que ha cogido en el fondo de alguna barranquera.

Las piezas que suele confeccionar son las utilizadas en la vida doméstica y que recuerda de cuando era pequeño, como: el “Togio” utilizado para el ordeño; la “Tarra” que es como un jarrón de boca ancha con bico utilizado para poner la leche con el cuajo para hacer el queso; calderos, jarros, cazuelas, bernegales, pailas o asaderas, soperas y “Novios del Mojón”.

Cuando termina las piezas las deja para el siguiente día, para que sequen un poco para poderlas coger bien y darles vuelta sin que se deformen, de esta forma comienza el raspado y el alisado porque aún están ásperas. El alisado lo hace con espátulas confeccionadas por él y el alisado con un cayado de playa que esté muy liso, me comenta que este sencillo material de trabajo, según costumbre tradicional, se suele transmitir de padres a hijos.


Respecto a las parejas de novios las realiza siguiendo la tradición que le enseñó Dorotea, tal como ella las hacía, con las cabezas un poco aplastadas. Le pregunto si este aplastamiento obedece por algún motivo y responde que lo desconoce, que él se ciñe a lo enseñado por Dorotea de su forma tradicional y utilizando el barro recogido en las inmediaciones de la ermita de Las Nieves.

Suele hacer algunos novios, unidos por el torso, que se los encargan para colocarlos en las tartas de boda.

Comenta que cuando realizaba trabajos de alfarería en el Monumento al Campesino, pasaban muchas personas y al ver los novios con sus atributos exagerados, solían hacer comentarios jocosos y recuerda que un señor mayor, con bastón, cuando vio la figura masculina levantó su bastón y poniéndoselo delante se reía diciendo: a ver si después de ver esto, me pongo yo así.


Este camellito de tres patas, confeccionado por Marcial, fue realizado al mismo estilo que los hacía Doña Dorotea.

JUAN BRITO MARTÍN


Con sus 92 años, buena movilidad física y con toda claridad mental, Juan Brito es el más antiguo de los actuales artesanos lanzaroteños.

Nació en Febrero de 1919, en una pequeña casita situada en el “Peñón del Indiano”, cerca de La Vegueta, al pie de la montaña Tamia.

El “Peñon del Indiano” es conocido así porque un señor llamado Marcial Borges había regresado de Cuba, con un buen capital. Adquirió esa finca y en ella fabricó su casa. Junto a la misma había una Peña o roca. Amuralló su casa incluyendo la Peña. A la vivienda le añadió un amplio porche con arcos de medio punto, al estilo colonial, como se construían las casas campestres en Cuba. Además de su vivienda, construyó dependencias para el medianero, corrales y gañanías para los animales.

Juan vivió con sus padres en el “Peñon del Indiano”, hasta los 11 años. Por esa fecha comenzó el cultivo del tabaco en toda la zona. Su padre prefirió trasladarse a otro lugar, para dedicarse a la agricultura en general, porque de ella obtenía los productos necesarios para el sustento familiar y el mantenimiento de los animales. Comenta Juan, que su padre decía: “Del tabaco se obtiene más dinero, pero no da gofio”.

La familia se trasladó a Mozaga, municipio de San Bartolomé, a la casa donde habían vivido sus abuelos. Esta vivienda fue construida al estilo tradicional canario, con un patio central al que daban las habitaciones, con un aljibe en el centro y un pequeño “sobrado” en alto, al que se accedía por una escalera de obra en el exterior. Actualmente esta vivienda no existe y en su lugar se edificó otra más moderna y de una planta, con nuevos huecos y corrales, propiedad hoy de Juan Brito. En ella vivió 22 años y donde nacieron la mayoría de sus nueve hijos.


Juan, en la primera etapa de su vida, se dedicó a la agricultura, como lo había sido su padre y la mayoría de las personas de esa época. Relata Juan que en cierta ocasión tuvo problemas con un camello, que estaba en celo, echaba espuma por la boca y no obedecía, ni dándole palos con una “vara de membrillo”; recibió una patada del animal que lo dejó fastidiado de la cadera, secuela que le ha quedado durante toda su vida. Se vio obligado a dejar la agricultura, dedicándose a la carpintería, construyendo aperos de labranza y objetos relacionados con el trabajo en el campo: serones, arados, sillas de camello y burro, barricas, etc. Este oficio lo aprendió de su padre, que fue un buen artesano. Ha sido un hombre polifacético, pues además de la agricultura y la carpintería, ejerció otras actividades, tales como: pastor, cazador, ceramista y taxista, profesión esta en la que estuvo 20 años y que le permitió conocer muy bien la isla, mejor que otros compañeros taxistas, por su curiosidad e interés en observar todos los rincones, construcciones y objetos antiguos, motivo por el que cuando llegaba a Lanzarote alguna personalidad con la misión de recorrer la geografía insular, para estudios de etnografía y arqueología, avisaban a Juan Brito para que los acompañase y los trasladara a los lugares donde se pudieran localizar restos de antiguos asentamientos prehispánicos y posteriores a la conquista, destacando entre otros: la “Quesera de Zonzama”, la “Quesera de Bravo”, los “Pozos del Rubicón”, los restos donde se construyó el primer castillo defensivo, la primitiva “Iglesia de San Marcial del Rubicón”, etc.

Entre las personalidades que más acompañó estaba la de Don Elías Serra Ráfol y su hermano José. Cuenta que Don Elías era un señor mayor, delgado, bajito y algo encorvado, que no podía caminar deprisa ni subir algunas lomas, por lo que cuando llegaban a un lugar determinado, le indicaba a su hermano José y a Juan diciéndoles: anden por ahí a ver si encuentran alguna cosa o vestigios de construcciones antiguas. Juan comenta que subió por un pequeño cerro donde estuvo el primer castillo y encontró unos clavos de hierro, bastante oxidados, hechos a forja; llamó a Don Elías y le dijo: he encontrado un lugar con bastantes restos, donde parece fue una antigua construcción. Don Elías subió con bastante dificultad y después de observar lo visto, dijo: este es el lugar donde se edificó el primer castillo o fuerte defensivo cuando la conquista. Años más tarde se realizaron algunas excavaciones y aparecieron restos de cerámica y algunos objetos.

Las piezas localizadas, de ese y otros lugares, se depositaron en una casa que el Cabildo Insular poseía en el barrio de “Titerroy” o “Santa Coloma”. Esta casa fue cedida a la Agrupación Folklórica “Los Campesinos”, de la que Juan fue fundador y primer Presidente. Los objetos que allí se encontraban fueron trasladados a una pequeña habitación en la azotea. Puede decirse que este pequeño local fue el primer museo etnográfico de la isla. Comenta Juan que hasta en su casa, en una caja y debajo de su cama, guardó los restos de un esqueleto y varias calaveras. Su esposa pensó que se trataba de piedras que su marido había recogido; cuando se enteró del contenido de aquella caja, dice Juan: ¡casi me mata¡.

En cierta ocasión, 1972, visitó la isla el Director General del Patrimonio, del Gobierno Central, Sr. Martín y lo llevaron a contemplar el material arqueológico que se encontraba en la casa de Santa Coloma. Fue acompañado de Don Sebastián Jiménez Sánchez, Director del Patrimonio Provincial de Las Palmas, del Alcalde de Arrecife, don Ginés de la Hoz, de doña Inés Dug Godoy que estaba realizando excavaciones en Zonzama y de Juan Brito. Cuando el Director General observó el estado en que se encontraban las piezas: en cajas sin ordenar, sobre tablas y en el suelo, de forma airada comentó: “es una total falta de responsabilidad mantener todo este material en el estado en que se encuentra, no se puede tener confianza con nadie”, hay que buscar a una persona que se responsabilice de custodiar estos restos y nombrarla Guardián del Patrimonio Nacional; así como están las piezas, la gente puede cogerlas, llevarlas a sus casas o venderlas y desaparecen. Doña Inés le contestó: está Vd. delante de la persona más adecuada para este menester. Esta persona no era otra que Juan Brito, al que se le debe la recuperación de la mayoría de esas piezas, persona además que se desvivía para conservarlas, aunque reconocía que el lugar donde se encontraban no era el más adecuado, comunicando además que, el Ayuntamiento de Arrecife estaba ultimando la adquisición del Castillo de San Gabriel, donde se pensaba instalar el Museo Arqueológico Insular. Así fue como, meses más tarde, Juan Brito fue propuesto y nombrado “Guardián del Patrimonio Arqueológico Nacional”, en la isla de Lanzarote.

El Castillo fue adquirido por el Ayuntamiento de Arrecife en 800.000 pesetas de la época y que con la correspondiente restauración alcanzó la cifra de 1.100.000 pesetas. Comenta Juan que realizó gestiones ante el Teniente Coronel Don Luís Morales, destinado en el Gobierno Militar de Las Palmas, para que quedaran junto al Castillo, dos de los cuatro cañones que estaban delante de él. Don Luís había estado destinado en el Batallón de Lanzarote, con el grado de Comandante.

El Museo Arqueológico se mantuvo abierto al público varios años hasta que por nuevas normativas comunitarias, hubo que cerrarlo al no reunir el lugar las condiciones necesarias para este tipo de museo. Las piezas se catalogaron, embalaron y se encuentran depositadas y custodiadas en dependencias del Cabildo Insular.

Recuerda Juan Brito que en su etapa de Guardián del Patrimonio, siendo Alcalde de Arrecife don Jaime Morales Teixidor y por su indicación, tuvo una intervención en el antiguo Parador de Turismo, ocupado parcialmente por varias unidades del Colegio La Marina, del que era Director don José Ferrer Perdomo, para que entre ambos idearan la forma de proteger los murales que el artista César Manrique había pintado en el mismo, previniendo que los alumnos lo deterioraran, lanzándoles algún objeto. Se les cubrió con unas planchas de madera que pudieran desplazarse para poder observar los murales cuando fuese necesario, como así ocurría con frecuencia a petición de algún turista u otra persona que lo solicitara.

En cierta ocasión, indica Juan, visitó la isla don Telesforo Bravo; lo acompañó por el norte de isla y recorriendo el mal-pais de la Corona, muy cerca de los Jameos del Agua, descubrieron un hueco de piedra, con tres surcos grabados en el fondo; cuando don Telesforo lo vio exclamó: ¡Esto parece una quesera¡, de ahí el nombre de “Quesera de Bravo”. En realidad es un lugar donde los antiguos canarios colocaban el grano en esas cavidades y con otras piedras más o menos ajustadas a las mismas, trituraban el grano. El hueco era utilizado como mortero o molino de naveta. Algo semejante ocurre con la “Quesera de Zonzama”, que tiene varias ranuras y se han localizado dos piedras coincidentes con esas ranuras, lo que viene a confirmar que eran molinos, aunque los arqueólogos no se atreven a confirmarlo. La creencia más generalizada, respecto a la “Quesera de Zonzama”, es que fue un lugar de ritual y ofrecimiento a los dioses, donde las “Harimaguadas”, vertían leche e imploraban protección y aumento para las cosechas y el ganado.

Juan Brito, llevado de su afición a recoger toda clase de material arqueológico, entre los que encuentran restos cerámicos, trató de conocer quienes, por los años 60 del pasado siglo, se dedicaban a confeccionar piezas de cerámica y como las trabajaban. Visitó el Mojón, por ser este el lugar más conocido de Lanzarote y donde desde la antigüedad siempre se trabajó la cerámica. Por esa fecha la actividad alfarera era muy reducida, pero le indicaron que en Muñique vivía una señora que la trabaja y que era una verdadera maestra en este oficio. Así fue como Juan conoció a doña Dorotea, que aunque trabajaba la cerámica, la encontró muy desanimada, porque dice, algunas personas la señalaban como “la mujer que hace tiestos”; esta expresión la consideraba Dorotea como algo peyorativo, aunque el significado más corriente es el de vasijas de barro para uso doméstico. Dorotea era natural de Tinajo, en el lugar de Muñique, aunque casado en el Mojón, lugar donde aprendió el trabajo de la alfarería, de manos de antiguas artesanas como fueron: “las Hermanas ratonas”, “la vieja Joaquina” y “seña Teodomira”.

Juan animó a doña Dorotea para que continuase con la elaboración de la cerámica, de la que era una verdadera maestra, y sobre todo que no olvidara la confección de aquellas figurillas masculinas y femeninas, de antigua tradición lanzaroteña que se estaba perdiendo y con las que las parejas declaraban su amor y compromiso matrimonial.

Relata Juan que el Cabildo Insular le encargó en 1978, poco antes de cerrarse el Museo Arqueológico, la confección de una “pareja de novios”, conservada actualmente en la dependencias del Patrimonio Insular. En contacto con esta unidad patrimonial, pude fotografiar, estas y otras piezas allí conservadas.


Relata una anécdota, referente a estas figuras, que en el pago de Mácher, dependiente del Municipio de Tías, se encontraba una mujer solterona, en un almacén de empaquetado, “enristrando cebollas”, cuando le entregaron un pequeño paquete, que arrimó por allí para abrirlo cuando llegase a su casa. Ante la insistencia de sus compañeras de trabajo para que abriese el paquete y ver su contenido, no le quedó más remedio que hacerlo, encontrándose con una figura masculina, de barro, colocada hacia arriba y con su miembro de gran tamaño. La mujer se puso toda colorada, cerró la caja y marchó para su casa. Según dicen, de la vergüenza tan grande que pasó, no volvió a salir de su casa. La volvieron a ver cuando falleció y la sacaron para enterrarla.

Juan se dedicó durante varios años a la alfarería, no solo en la confección de piezas tradicionales, sino otras de gran tamaño, para encargos y exposiciones. De él es la famosa colección mitológica de la “Princesa Ico”, propiedad del Gobierno de Canarias, conservada y expuesta en dependencias del “Monumento al Campesino”. En el M.E.T. Museo Etnográfico Tanit, se encuentran dos piezas singulares: un jarrón decorado y un “Diablo”, representativo de las “Montañas del Fuego”.

El barro lo saca de donde tradicionalmente se ha obtenido toda la vida, en los alrededores de la ermita de Las Nieves, en lo alto del risco de Famara. Indica que el mejor barro está a una profundidad de un metro y cuando lo va a sacar tiene que desechar la capa superior que ha perdido calidad. La preparación es muy similar a la de otros artesanos: desterrona el barro machacándolo, hasta conseguir pequeñas piedrecitas que coloca en una caja de madera. Le añade agua para remojarlo y al poco tiempo se va esponjando y se abre como si fuera piedra de cal. Cuando está seco lo cierne y lo amasa; cubre la masa con un fardo humedecido, cierra la caja y así lo conserva en curtimiento durante varios días ante de utilizarlo. Cuando va a trabajar saca la cantidad que va a necesitar y la vuelve a amasar muy bien al tiempo que le añade arena muy fina, en una proporción del 25 al 30%.

En la actualidad ya no trabaja con asiduidad, solo confecciona algunas piezas que le encargan, pero según me indica, tarda bastante tiempo en acabarlas. Desde hace bastantes años vive en Arrecife, pero diariamente se traslada a la casa de Mozaga donde atiende a varios animales. En el camino de entrada a la vivienda tiene expuestas unas piezas y su nombre en guanche, indicativos del alfar.


JOSÉ GARCÍA CORUJO

(FEFO)


La entrevista con José García Corujo, 1944, popularmente conocido como “Fefo” o “Fefo García”, tiene lugar en su lugar de trabajo, en la calle Timbaiba de San Bartolomé de Lanzarote.

Su taller es para él un sitio o espacio de recogimiento, de reflexión y un poco de apartamiento para realizar su obra a gusto y completamente tranquilo. Este “pequeño almacén”, como le gusta llamarlo, en la trasera de su casa, se convierte con mucha frecuencia en un lugar de tertulia con vecinos y amigos. Estos ratos, en los que sin dejar de trabajar, continua tertuliando, le gustan sobremanera.

Le comento que esta entrevista, previamente concertada, trata de dialogar sobre la cerámica tradicional canaria en general y en particular sobre la existencia de unas figurillas que desde tiempos inmemorables son conocidas como “Novios del Mojón”.

“Fefo” es una persona abierta, locuaz, con la que muy pronto entablas conversación y parece que la has conocido toda la vida. En este caso así ha sido, le conozco desde hace bastantes años e incluso nuestras familias han tenido cierta relación.

Me indica que estando trabajando en La Geria, excavando unas viñas, con un señor apellidado Cejas, se encontró con la cabecita de una figura de barro, posible “Novio del Mojón”, y un camellito, del mismo material. Cuando unos años más tarde se encontraba el Profesor Atoche en Lanzarote, en compañía de Juan Brito, realizando un estudio e inventario de la cerámica tradicional lanzaroteña, le entregó las figuritas. En ese momento el Profesor no le hizo ningún comentario, ni tampoco a posteriori recibió información sobre este particular.

Conocía a Juan Brito y en cierta ocasión le manifestó que sentía en su interior la llamada de la cerámica, a lo que este le contestó: “García, pasa por mi casa, coge un puño de barro y te pones a trabajar para ver lo que sacas”. Dice que aceptó la invitación, se puso a trabajar sin tener conocimiento ni haberlo hecho antes, trató de hacer un sencillo cuenco; cuando Juan vio lo realizado, lo felicitó y le dijo que con un poco de orientación podía dedicarse a este trabajo, si ese era su gusto.

Al principio mostró cierto reparo, porque la cerámica había estado tradicionalmente en manos femeninas y pensó que un hombre dedicado a estos menesteres podía ser considerado un mariquita o u afeminado. El trabajo del hombre consistía más en sacar el barro, transportarlo, desterronarlo, amasarlo e ir a recoger la leña, es decir los trabajos más fuertes y pesados. Sus referencias eran que solo muy pocos hombres se habían dedicado a este oficio, aunque recuerda haber oído de un afamado ceramista de La Atalaya, Santa Brígida, llamado “Panchito”.

Comenta que estando trabajando junto a Juan Brito y este hacía unos “Novios del Mojón”, le dijo: “Juan, no encuentras un poco impúdico realizar esas figuras”, a lo que este le contestó: “Esta es una tradición ancestral de nuestra Isla, que hay que conservar y darla a conocer; no tienes que fijarte en los atributos sexuales de las figuras, sino en el trasfondo y significado de esta antigua costumbre”. “Fefo” pensaba que esta tradición no era tan antigua, que solo databa de principios del s.XX, del tiempo de Dorotea o todo lo más de una generación anterior.

“Fefo” es un estupendo cantador, un gran solista de nuestra tradicional música canaria y por este motivo se trasladó, hace unos años, a la Argentina, con un grupo folklórico, para realizar varias actuaciones musicales en la provincia de Córdoba. Estando allí les llevaron a visitar un conjunto arquitectónico jesuítico, donde, en algunas dependencias, se encontraba instalado el Museo “José María”. Con cierto asombro vio, en una de las vitrinas, una pareja de barro con ciertas similitudes a nuestros “Novios del Mojón”. Le preguntó a la guía por el significado de aquella pareja y le contestó que eran una figurillas con más de tres siglos de antigüedad, con un significado muy variado: no solo como vínculo de pareja matrimonial, sino también relacionadas con la fecundidad e incluso como acompañamiento mortuorio, que según la categoría del finado, colocaban junto al féretro una o varias parejas de estas figuras. Este último concepto desconcertó al amigo “Fefo”, hasta el extremo de pensar que se le habían rotos los cánones de la antigua tradición lanzaroteña, y que en parte coincidía con el Profesor Atoche, quien pensaba que esta nuestra costumbre, tal como hoy la consideramos, podría no ser muy antigua.

“Fefo” es muy ameno en su conversación, narra numerosos recuerdos de su niñez, entre ellos que apenas pudo jugar con boliches de barro, porque desde pequeño ayudaba en las labores agrícolas de su numerosa familia. Ya de mayor, también se dedicó a la agricultura que conoce como el que más.

Con 50 años o más de edad, se entera que estaban impartiendo un curso de cerámica en la Sociedad El Porvenir, de San Bartolomé; se inscribe y es a partir de esa fecha cuando, de forma habitual, se dedicó a la alfarería, después de instruirse en todo el proceso de esta interesante disciplina, hasta el extremo, casi, de considerarlo como una obsesión. Las piezas que, una vez quemadas, resultan defectuosas, no las elimina, las guarda y cuando algún cliente le hace una compra, lo obsequia con una de ellas para que le sirva de decoración. Después de la entrevista tuvo la amabilidad de regalarme una de ellas.

Relata que continúa utilizando el barro que obtiene en el risco de Famara, como tradicionalmente siempre se ha hecho; indicándome que ya la mayoría de los alfareros actuales están utilizando, cada vez con mayor frecuencia, barro preparado que viene de otras latitudes. El proceso que realiza con el barro es el similar y que ya hemos descrito en las entrevistas de otros artesanos.

Respecto a su conocimiento de los “Novios del Mojón”, indica que desde niño y en su barrio del Jable, siempre ha oído que esta antigua tradición se ha utilizado como propuesta de relación matrimonial entre los enamorados.

En el Museo Etnográfico conservamos una original pareja de “Fefo”, donde los novios se encuentran sentados.


STEFAN SCHULTZ

TESEGUITE


Stefan Schultz, es de los extranjeros que llegados a Lanzarote, se enamoran de nuestra isla, hasta el extremo de afincarse en ella. Muchos no solo se afincan sino que además tratan de conservar nuestro patrimonio y de imbuirse, empaparse o contagiarse de nuestras costumbres y tradiciones.

Lo conocí hace muchos años, desde cuando montaba un puesto de venta, las mañanas de los domingos, en el mercadillo de Teguise.

Su casa de Teseguite, en su exterior e interior, es un santuario cultural. Domina varias facetas artísticas y como no podía ser menos, la de la alfarería. Le pregunto como llegó a iniciarse y enamorarse de nuestra tradición alfarera y sobre todo sus muy particulares “Novios del Mojón”, donde las figuras aparecen con los brazos en jarra y los pies arqueados; esta postura es un signo de firmeza y de estar listo para cualquier cosa.


Me indica que hace varios años conoció a una señora francesa, Ana Tourmeil, que había adquirido una casa en el `pueblo del “Mojón”. La casa se encontraba muy deteriorada y poco a poco ella y su marido fueron restaurándola. En la parte trasera de la vivienda había una especie de patio, abierto, lleno de piedras y escombros que fueron aprovechando para reparar y reconstruir la casa. En aquella pila de escombros encontraron una figurilla femenina, algo deteriorada; poco más tarde se enteran que tenían ante si una “Novia del Mojón”, de cierta antigüedad y que respondía a una de nuestras ancestrales tradiciones.

Stefan mantuvo muy buena relación con este matrimonio, y cuando comenzó a confeccionar los tradicionales “Novios del Mojón”, los hizo siempre con las características de la figura encontrada. Le pregunté donde podía localizar a esa señora, para conocer si aún conservaba la pieza, me contestó que hace varios años vendió la casa a otros extranjeros pero que la figura se la había llevado, desconociendo donde residía en la actualidad. No obstante fue tal su amabilidad que me indicó iba hacer indagaciones de su residencia, pues conocía a un matrimonio amigo del indicado, que podría darle noticias de su dirección y con un poco de suerte localizarlos. Le dejé mi correo para que me diera información si se enterara de algo. A los pocos meses recibo comunicación de Stefan indicándome que por fin se ha localizado la dirección de la señora Tourmeil y que trataría de ponerse en contacto con ella para recabar información de la figura en cuestión. Le agradecí la gestión al mismo tiempo que quedé a la espera de alguna noticia. A los pocos días recibo nuevo correo de Stefan indicándome que la señora Ana vive en las afueras de París y que prometió enviarle una foto de la figura; apenas una semana más tarde recibo otro correo con la foto de la figura, de gran belleza pese al deterioro que se aprecia en la misma.


JOAQUÍN REYES BETANCOR

Máguez


En el pueblo del Máguez, en el norte de la Isla, tiene su alfar Joaquín Reyes Betancor. Se encuentra en plena faena, trabajando en un togio, de tamaño medio; con mucha habilidad mueve sus manos, al tiempo que mantenemos esta entrevista.

Indica que el barro lo obtiene en la zona de las Nieves, en la montaña, donde se encuentran las vetas del barro; la mayoría de las vetas son buenas, lo obtiene en el mismo lugar donde lo recogen casi todos los alfareros de Lanzarote, que trabajan con nuestro barro; hay vetas de color rojizo y otras verdosas, según ese color, las piezas al quemarlas, adquieren tonos diferentes. El procedimiento para prepararlo es aproximadamente el mismo que los demás ceramista, es decir, lo machaca hasta reducirlo polvo, lo cierne y le añade el agua; cuando está reblandecido, lo amasa con los pies, sobre un plástico, porque así, dice, puedo darle vueltas con más facilidad y sobarlo mejor al tiempo que le añade arena fina del barranco o picón machacado y cernido. Lo mantiene húmedo envuelto en plástico; prepara solo la cantidad que va a trabajar, sin necesidad de conservarlo en cajas o en baldes. Está muy contento con su trabajo en el que dedica con exclusividad desde hace siete años, aunque desde pequeño siempre le ha gustado el trabajo del barro; las piezas las vende en su taller de Máguez y los sábados en el mercadillo de Haría.

No quiere salir de la modalidad de trabajo que realiza: barro de Lanzarote, trabajo a mano y horno de leña, de ahí no sale; le gusta la reproducción de piezas arqueológicas tradicionales y artísticas de su propia invención, no suele variar; le vemos una caracola de gran tamaño pendiente de quemar y otra a tamaño natural, “bucio”, que nos hace sonar y suena también como las tradicionales de origen marino.

En su taller tiene abundancia de piezas, incluso las que salen defectuosas al quemarse, no las retira, las conserva de decoración y se las suelen comprar, también para decoración, indicando, en este caso, el defecto que tienen, vendiéndolas a un precio bastante económico.

Confecciona bernegales, hondillas, gánigos, reproducciones de otras islas y “Novios del Mojón”. Sobres estos dice hay un poco de leyenda y algo de cuento, donde dicen: los hombres regalaban a las mujeres en pretensiones matrimoniales, aunque esta costumbre, ya con más de 200 años, ha pasado a convertirse en un uso tradicional y ancestral lanzaroteño que con el actual boon turístico se ha potenciado y extendido bastante, donde muchas parejas adquieren estas figuritas como recuerdo de esa antigua tradición lanzaroteña, que es única en nuestras islas.

Tiene una particular forma de confeccionar los novios, con la cabeza algo plana y como mirando hacia el cielo, me indica no la da mucha importancia a la forma, que para él lo primordial es el significado. Como en el Museo no tenemos una pareja de Joaquín, con la finalidad de aumentar nuestra colección, le adquirimos una pareja, que además, incorporamos al presente trabajo.