miércoles, 5 de noviembre de 2008

LA CASA AJEI




Durante el reinado de Carlos II “El Hechizado”, llega a Lanzarote, a comienzos de siglo XVII, el Capitán Don Blas Ferrer Palestrelo, natural de Valencia, para posesionarse del cargo de Comandante del Regimiento de Milicias Canarias en Lanzarote, cuyo destacamento se encontraba en Teguise, capital de la isla, en la época de Don Agustín de Herrera y Rojas, II Marqués de Lanzarote.

Muy pronto se arraiga en esta isla, donde algunos descendientes utilizaron indistintamente el apellido Ferrer o Ferrera. La rama establecida en San Bartolomé, optó por conservar el apellido originario y de ella descienden todos los Ferrer lanzaroteños.

A Don Blas le sucede su hijo Don Manuel Ferrera Palestrelo y a este, su primer hijo, Don Blas Ferrer Palestrelo, quien al igual que su abuelo, se inclina por la carrera militar. Casó en Teguise, en 1676, con la vecina de San Bartolomé Doña Josefa María Rodríguez Díaz. Con motivo de su matrimonio, fija su residencia en el lugar de “Ajei”, que se encontraba asentado, al oeste del volcán de Emine, (Montaña Mina), siendo el primer Ferrer establecido en San Bartolomé.

La antigua “Aldea de Ajei”, estaba situada en la zona del “jable”, arenas “volanderas” que arrastradas por el viento atraviesan la isla, desde Famara hasta Playa Honda, y que poco a poco fueron extendiéndose por los parajes colindantes, ocasionando que el primitivo asentamiento tuviera que cambiar de emplazamiento, pues la mayoría de sus casas se fueron soterrando y quedaron arruinadas.

De los seis hijos habidos en el matrimonio, destacamos al mayor, Don Blas Ferrer Rodríguez, que continúa la línea y al menor, Don Agustín, Presbítero y fundador, en 1730, de la Iglesia del Espíritu Santo de Teguise, junto con un hospital de dos camas. En algunos documentos aparece Don Agustín apellidado como Rodríguez Ferrer. En su testamento, cedió al Patronato del Hospital, su casa, situada cerca del templo parroquial, con su bodega, caldera de destilar de poco más de media pipa, una pila canaria de lavar la ropa, tres cuadros con guarnición de a dos varas representando la venida del Espíritu Santo sobre el Sagrado Colegio Apostólico, diez taburetes y una mesa. Uno de los cuadros representando a los Apóstoles en el Cenáculo fue trasladado al templo de la Vera-Cruz, al desplomarse la Iglesia del Espíritu Santo, el 2 de Febrero de 1862. Se conserva el salón del Hospital, que sirvió de Teatro y en algunas ocasiones hasta de sala de baile.

Volviendo a Don Blas, nació en Teguise, el 7 de Septiembre de 1698. Contrajo matrimonio el 2 de Junio de 1735, con Doña Catalina de la Cruz de Aguiar, nacida el 15 de Enero de 1715, hija de Don Domingo Luis de la Cruz y Doña Catalina Rodríguez de Aguiar. Militar de profesión, fija su residencia en San Bartolomé. Construyó una vivienda en el nuevo asentamiento del pueblo, más al oeste, cerca de los Morros del Cascajo y en los alrededores de la primitiva ermita. La nueva edificación fue conocida durante muchos años, como “Casa de los Ferrer”, y desde 1986 “Casa Ajei”.

Esta vivienda solariega, conserva toda su pureza y es una muestra genuina de la arquitectura popular rural de la época, a caballo entre las influencias mediterráneas y americanas. Los campesinos lanzaroteños construían sus viviendas, guardando distancia entre casa y casa, quizás para garantizar su privacidad e independencia. Es una edificación de planta rectangular, de grandes dimensiones, con amplio patio en el centro, en torno al cual se distribuyen las estancias. Por una escalera de piedra labrada se accede al “sobrado”, con bello balcón de tea. Techos de dos y cuatro aguas, cubiertos con tejas canarias. Predomina la piedra labrada en dinteles de puertas y ventanas. El salón principal estaba adornado con rico artesonado de madera y falso techo corredizo. No le faltaba en lo alto de sus paredes, los característicos agujeros que servían de nido a las palomas. A los propietarios de las viviendas que disponían de una habitación en la parte alta, generalmente destinada a dormitorio del cabeza de familia, se les tenía una mayor consideración, por su relevancia económica, social y política.

Fue su descendiente, Don Blas Ferrer de la Cruz, nacido el 12 de Marzo de 1751. Contrajo matrimonio, en Teguise, el 5 de Noviembre de 1781, con la vecina de San Bartolomé, Doña Rafaela Perdomo Luzardo, (1753 – 1841), hija de Don Antonio Perdomo Luzardo y Doña María Andrea Gutiérrez. Don Antonio también había construido, en 1735, su vivienda en el nuevo asentamiento de San Bartolomé, conocida durante muchos años como “Casa de los Perdomo”, edificación que se conserva en buen estado y donde en la actualidad está instalado el “Museo Etnográfico Tanit”.

A Don Blas le sucede el mayor de sus hijos, Don Tomás Ferrer Perdomo, nacido en San Bartolomé el 18 de Septiembre de 1782. Militar de profesión, como sus antepasados, ascendió a Capitán en 1810 y a Teniente Coronel el 17 de Febrero de 1833. Compatibilizó su carrera militar con el cargo de Fiscal de la isla de Lanzarote.

El 7 de Diciembre de 1801, contrae matrimonio con la vecina de San Bartolomé, Doña Bárbara Ramírez Bethencourt, (30-11-1782 / 30-12-1859), con la que tiene ocho hijos, de los que mencionaré solo a dos de ellos: Doña María Concepción Ferrer Ramírez, (10.12.1814-23.03.1898), heredera de la casa y a la que volveremos más adelante y Don Blas Trifón Ferrer Ramírez, (05.07.1823-13.10.1885), último Ferrer que continuó con la tradición militar de la familia.

Dicen que Don Tomás fue una persona muy humana y cuentan que teniendo a su servicio un negro congoleño llamado Juan, que había comprado a Don Luis de Armas, le dio solemne libertad por expreso deseo de su esposa.

Al morir sin sucesión Carlos II, el nuevo siglo trae a España una nueva dinastía, la de los Borbones, con el advenimiento de Felipe V, nieto de Luis XIV de Francia. Las naciones europeas, interesadas en la sucesión española, no se hallaban dispuestas a tolerar el triunfo de la hegemonía francesa, significando la posibilidad que Francia y España se unieran en una sola nación. Por este motivo nació la Gran Alianza entre Inglaterra, Austria, Holanda y Portugal. El emperador austriaco, Leopoldo, cedió a su hijo Carlos los derechos que decía corresponderle sobre España, comenzando la guerra contra los Borbones, que degeneró en una contienda tan sangrienta como pródiga en contradictorios incidentes.

Estos incidentes tuvieron su repercusión en Lanzarote y a raíz de la batalla de Brihuega, el 8 de Diciembre de 1810, el Capitán Don Tomás Ferrer Perdomo se levantó en armas, con la intención de acabar con los afrancesados. Se dirigió a La Vegueta, apresando a varios partidarios de los franceses; en Tinajo reclutó a 20 hombres más y marchó posteriormente a Teguise, enfrentándose a los afrancesados y a los que derrotó en el “Callejón de la Sangre”. Posteriormente celebró una gran fiesta en honor de esta “batalla”.

A Don Tomás le sucede, en la posesión de la casa, su 5º hijo, Doña María Concepción Ferrer Ramírez, (10.12.1814–23.03.1898). Doña María contrae matrimonio el 5 de Octubre de 1845, con Don Dionisio Ferrer Cabrera, (11.04.1814 – +1905), hijo de Don Pedro Agustín Ferrer Perdomo y Doña Catalina Elena Cabrera Pérez. De esta unión nace, entre otros, Don Maximino Ferrer Ferrer, (25.08.1853-09.05.1934), quien continúa con la propiedad de la casa. Casó en 1897con Doña Feliciana Perdomo Perdomo, (n. 1863 + 21.05.1907), hija de Don Juan Perdomo Perdomo y Doña Clotilde Perdomo Ferrer, con la que procreó 4 hijos.

En estado de viudo y a la edad de 54 años, Don Maximino contrae matrimonio, en 2ªs. nupcias, con Doña Carlota Ortiz Guerra, hija del vecino de Guatiza, Don Juan Evangelista Ortiz Pérez y Doña María del Carmen Guerra Bethencourt, natural de San Bartolomé y descendiente, por línea paterna, de Don Francisco Guerra Clavijo y Perdomo, “El Mayor Guerra”, su tercer abuelo.

La joven Carlota pasaba largas temporadas en San Bartolomé, en casa de su abuela materna Doña Damiana Andrea Bethencourt Guerra, que vivía en su casa del Cascajo y a donde desde niña fue enviada por sus padres para recibir los primeros conocimientos en la Escuela de niñas, regentada en esa época por Doña Margarita Toribia Martín Betancort, por carecer Guatiza de centro escolar. En la escuela coincide con su prima hermana materna, Doña Margarita Martín Guerra.

La “Tía Carlota”, como la llamaban, no solo sus familiares, sino la mayoría de los vecinos, fue muy amante y entusiasta de las tradiciones canarias y representaciones teatrales. En el amplio patio de su casa se reunía todo el pueblo para bailar y presenciar las obras de teatro que con frecuencia allí se escenificaban. La última obra representada, “La venganza de la Petra”, fue todo un éxito. La recaudación se destinó a colaborar en la edificación de la recién constituida “Sociedad El Porvenir” de San Bartolomé.

Del matrimonio habido entre Don Maximino y Doña Carlota, nace un solo hijo: Don Carlos Ferrer Ortiz, que se mantuvo soltero y fue el último morador de tan singular vivienda. En la década de los sesenta, del pasado siglo, la edificación se encontraba muy deteriorada y en ella tuvo su sede la “Agrupación Folklórica San Bartolomé”, dirigida por el inestimable Don José María Gil, la que a propuesta del insigne periodista Guillermo Topham, “Guito”, la Agrupación comenzó a llamarse “Agrupación Folklórica Ajei”, nombre del antiguo emplazamiento del pueblo de San Bartolomé. No gustó esta nueva nominación, pero a raíz de conseguir, la Agrupación, el máximo galardón en el Certamen Internacional de bailes típicos, celebrado en 1960 en Santander, fue aceptado por todos, y tanto agradó, que trasmitió su nombre a la casa que le servía de sede. A finales de la década, esta señorial casona continuó deteriorándose, con sus cristales y la mayoría de las tejas rotas. Posteriormente sufrió un pavoroso y devastador incendio que destruyó gran parte del edificio y el rico artesonado del salón principal con techo corredizo. Las dependencias ocupadas por la Agrupación Folklórica, habían sido adquiridas por ésta, a instancias de Don Sebastián Jiménez Sánchez, (1904-1983), Profesor de la Escuela Normal del Magisterio de la capital Gran Canaria, miembro de la Real Academia de la Historia y Comisario Provincial del Servicio Nacional de Excavaciones Arqueológicas, con dinero concedido por la Mancomunidad Provincial de Cabildos, presidida por Don Matías Vega Guerra.

La casa fue adquirida por el Excmo. Cabildo Insular de Lanzarote y mediante permuta con el Ayuntamiento de San Bartolomé, por el terreno donde hoy se encuentra el Monumento al Campesino, pasó a propiedad municipal, quien con ayuda del Cabildo, procedió a la restauración, respetando su estilo arquitectónico y recobrando la singular belleza que antaño tenía.

Por resolución de 21 de Febrero de 1986, se inició expediente para la declaración de Monumento Histórico – Artístico de la Comunidad Autónoma de Canarias a favor de la “Casa Ajei” de San Bartolomé. Definitivamente, San Bartolomé recuperó un preciado bien patrimonial, herencia de sus antepasados. La Corporación Municipal acordó destinar la propiedad a diversas actividades culturales. La primera utilización del edificio, junto a varias construcciones anexas, que en nada desmerece el conjunto, fue la instalación de una sección delegada del Instituto Agustín Espinosa de Arrecife, más tarde Instituto de Enseñanza Secundaria de San Bartolomé, que continuó ocupando sus dependencias hasta la construcción de un nuevo edificio.

La actual Corporación Municipal, ha decidido trasladar las oficinas de las áreas de Cultura, Educación, Patrimonio y Juventud a la “Casa Ajei”, con el fin de “facilitar a los vecinos el acceso a uno de los espacios patrimoniales más emblemáticos del Municipio”.