martes, 15 de diciembre de 2009

LOA a RAFAEL AROZARENA

Canarias y de una forma muy especial Lanzarote, llora la muerte de uno de su más grande y carismático escritor y poeta de la literatura canaria del siglo XX: Rafael Arozarena.

Premio Canarias 1998, miembro de la Academia Canaria de la Lengua, de la Academia de las Ciencias e Ingenierías de Lanzarote, autor, entre otras: de “Poliedros en el mar”, “Fetasian sky”, “Cerveza de grano rojo”, “El señor de las faldas verdes”, y sobre todo de “Mararía”, una magnífica novela, una grandiosa novela, considerada como una obra clásica de la literatura del archipiélago, referente inexcusable entre las que se asoman con lucidez, libre de maniqueísmos, para entender la existencia humana en el inhóspito mundo que le rodeó.

Las gentes, el paisaje, las historias y leyendas fueron una fuente inagotable de su inspiración literaria. Ensoñada y escrita durante su estancia en Femes, en sus años mozos, le permitió dar a su relato una atmósfera tanto real como fantástica, que le reportó fama universal. De hecho fue llevada al cine por el director Antonio Betancor, con la actriz lanzaroteña Goya Toledo.

La cultura canaria está de luto y de una forma especial, por su trato amistoso y personal, nuestro Museo Tanit que ha quedado privado de su presencia, aunque nos ha dejado su grato recuerdo, su cariño, su amabilidad, su generosidad de darse a los demás, para que los demás crecieran y esa sabia herencia de observar la vida, saboreándola en sus más nimios detalles. Rafael fue hombre de convicciones firmes, fácil trato, fiel a los amigos, de amplia curiosidad y fluida conversación. Nunca fue una sola persona, su medio vital era el grupo, la amistad, la compañía. Su poesía y su prosa fueron siempre un canto a la vida, una prolongación de su amor por la naturaleza, él mismo se convirtió en una parte feliz de la naturaleza.

Con su ida, “Mararía” ha quedado huérfana, Lanzarote le recordará por vida, pues ha proyectado su nombre más allá de sus fronteras.

Recuerdo sus palabras: “El tiempo no se me va. Lo tengo bien atado. Y cuando se vaya, lo recuperaré otra vez en ese otro mundo que es más poético, el mundo de la fantasía”.

Gracias Rafael por tu gran generosidad. Tu amistad es un bello regalo que la vida nos ha concedido. Sirvan estas palabras y en este entrañable lugar, de elogio, respeto, admiración y agradecimiento a tu persona, en mi nombre, en el de Remy y en el del Museo Etnográfico Tanit. En estos momentos actuales, tan tristes, sigue vivo tu recuerdo y sobre todo viva, vivísima, nuestra enorme gratitud.


Iglesia de Femés - Noviembre 2009

viernes, 2 de octubre de 2009

"LA MOLINA DE SEÑO IGNACIO"

En el Recinto Ferial de Mancha Blanca, Tinajo, y con motivo de la festividad de “Nuestra Señora de Los Dolores”, Patrona de Lanzarote, 15 de Septiembre de 2009, el Iltmo. Ayuntamiento de la Villa de Teguise, instaló un stand dedicado a los molinos, en el que se distribuyó un opúsculo titulado: “MOLINOS DE LANZAROTE”, de los autores Don Francisco Hernández Delgado y Doña María Dolores Rodríguez Armas.
En el centro del stand se expuso un gran mortero de piedra, “el más grande de los localizados en Canarias, descubierto en el Palacio del Marqués de Herrera, que puede contemplarse en el Palacio Spínola de Teguise”.
En la mencionada publicación se recoge un extenso y detallado estudio y funcionamiento de los molinos manuales de piedra, molinetes, morteros, tahonas y especialmente de los molinos y molinas de viento de Lanzarote, “testigos mudos de los sufrimientos y calamidades de los agricultores lanzaroteños”.
Nos obsequian los autores con una amplia relación de los principales molinos y molinas de viento que han existido y de los que aún quedan en la geografía lanzaroteña.
Según se recoge en la publicación, el escritor Don Agustín de la Hoz referencia la existencia de hasta doce molinos de viento en Arrecife y como dos de ellos, un molino y una molina, fueron propiedad de familiares relacionados con el autor de este escrito, trataré de proporcionar información detallada de los mismos, con la única finalidad de ampliar, aclarar y enriquecer el interesante trabajo presentado.

Los dos molinos referenciados: “en Matas Verdes el de Nemesio Rodríguez” y “el de Seña Encarnación situado muy cerca del hoy llamado Hotel Lancelot”, figuran con errónea descripción de situación que aclararé, para que en próximas ediciones puedan quedar descritos en sus correctos detalles y reseñas.

Nemesio Rodríguez Borges fue el esposo de mi tía-abuela Genara Perdomo Martín y entre sus propiedades se relaciona un terreno en el lugar conocido por “Las Vistas”, en las afueras de la Ciudad. Para situarlo, en el actual callejero de Arrecife, el terreno lindaba por el Norte con la hoy calle La Inés, al Sur con el camino que va a Yaiza, primero llamada calle García Guerra y hoy José Antonio, al Este con casas y terreno, hoy solar y calle Coronel Benz y al Oeste con terreno, hoy calle El Daute; con una cabida de doce mil metros cuadrados y cuya descripción, según escritura, fue la siguiente:

“Un cercado de cabida de diez celemines y dos cuartillos de tierra de labradía, o sean una hectárea, veinte áreas, cuarenta y cuatro centiáreas, con inclusión de “un molino de torre”, una casita de dos huecos y un aljibe de doscientos metros cúbicos de cabida con una extensión de terreno para acogida, que radica en las afueras de esta Ciudad, donde llaman “Las Vistas”, lindando al Norte o punto que mira a La Vega con tierras de herederos de Doña Carlota de Armas, al Sur con carretera que va a Yaiza, al Naciente con casas y terreno que fue de Don Francisco Frías Armas y al Poniente con tierras de herederos de Don Domingo Estévez. Inscrita en el Registro de la Propiedad del Puerto del Arrecife, al folio 58, tomo 306, libro 23”.

En este terreno Don Nemesio trazó varias calles y comenzó la construcción de viviendas para alquilar. Las calles abiertas responden en la actualidad a los siguientes nombres: “La Inés”, “Paragüay”, “Cabo Juby”, “El Pedro”, “El Daute” y “Rubicón”. Esta última se nominó así en recuerdo de la calle que con el mismo nombre fue la residencia tradicional de la familia en San Bartolomé, donde en la actualidad está instalado el Museo Etnográfico Tanit.
Hacia finales del siglo XIX y comienzos del XX, el propietario continuó con la segregación de parcelas para la construcción de nuevas viviendas; el uso del molino se fue abandonando hasta el punto que por los años 20 del pasado siglo acabó derruido. Cuando en 1964 comencé la construcción de un edificio, en las afueras de Arrecife y hoy lugar céntrico, como es la Avda. de la Mancomunidad, en la Playa del Reducto, para la cimentación del mismo, se utilizaron piedras del derruido molino y de los muros del aljibe, que había sido enterrado.
Del solar original, después de varias segregaciones para calles y solares que se edificaron, aún queda, en propiedad de la familia, una zona delimitada por las calles La Inés, Paragüay y Cabo Juby, contemplada actualmente en el Plan General de Arrecife como zona verde.

La otra alusión, a la que hace referencia la obra, es el “Molino de Seña Encarnación”. Este molino, fue en realidad una molina, de planta cuadrada y torreta de madera con aspas. Se encontraba situado en otra propiedad familiar, también en las afueras de Arrecife, llamada “Matas Verdes”. La delimitación del terreno en el callejero actual sería el siguiente: al Norte carretera que conduce a Yaiza, calle García Guerra, hoy José Antonio, al Sur con camino a la orilla del mar, hoy Avda. Mancomunidad, frente a la Playa del Reducto, al Naciente las calles Asturias, Pedro Barba y El Tiburcio y al Poniente la calle Ildefonso Valls de la Torre, con una superficie de cinco mil setecientos metros cuadrados, siendo su descripción según escritura la siguiente:

“Trozo de tierra de cinco celemines más o menos, o sean cincuenta y siete áreas, situado en las afueras de esta Ciudad, donde dicen “Matas Verdes”, que comprende una casa de dos huecos, una molina y un aljibe, que linda el todo al Norte con carretera que conduce a Yaiza, al Sur con camino público en la ribera del mar, al Naciente con tierras de Don Leandro Barreto y Poniente con las llamadas Capellanía de Arroyo. Inscrita al folio 179, tomo 124, libro 9”.

Esta molina fue siempre conocida como “La molina de Seño Ignacio”, nombre del molinero que en ella trabajó y vivió durante muchos años. Al fallecimiento de Seño Ignacio, continuó como molinero su hijo Juan Rodríguez Peña, quien en compensación por su trabajo y al poco rendimiento de la molina, Don Nemesio le donó una participación en el terreno, cuantificada en las tres octavas partes del mismo. Le sucedió como molinero su hijo Ignacio Rodríguez Cabrera, por poco tiempo, pues en la década de los años 20 del pasado siglo la molina dejó de funcionar; Ignacio se trasladó con su familia a Las Palmas de Gran Canaria, donde vivió en la calle Tecén de la Isleta.

Habiendo quedado vacía la vivienda de la molina, Doña Genara Perdomo Martín, mi tía abuela, viuda de Don Nemesio, que había fallecido en 1923, se la cedió en precario a Encarnación cuando iba a contraer matrimonio. Esta señora trabajó con Doña Genara, desde que quedó viuda, en su casa de La Plazuela, donde su marido tuvo una Pensión, conocida como la “Pensión de Nemesio”. Este edificio se conserva en la actualidad y fue conocido posteriormente como el “Cuartel de la Guardia Civil”.
Encarnación contrajo matrimonio con Marcial, marinero y allí vivieron varios años. Como la casa se encontraba muy deteriorada, Doña Genara les donó un solar en la calle Carlos Sáenz Infante, esquina a la de Pedro Barba, donde el matrimonio construyó una casa de dos habitaciones con cocina y corral en el patio trasero. Cuando Doña Genara se trasladó definidamente a la casa familiar de San Bartolomé, en 1935, Seña Encarnación quedó encargada de cobrar los alquileres de las casas que la familia poseía en Arrecife. La costumbre de ver a Seña Encarnación ocupando la vivienda de la molina durante varios años y como quiera que también cobraba el alquiler del inquilino que vivió en la casa adjunta a la molina, fue posiblemente el motivo por el que algunos la señalaron como “la molina de Seña Encarnación”.

Ante el estado de ruina de la molina con la vivienda y el peligro que suponía el casi derruído aljibe, se optó por rellenarlo para lo que se aprovechó gran parte de los materiales procedentes de la demolición de las dos habitaciones. Quedó en pie, sin techo y sin puerta, el local de la molina.

A finales de la década de los 50, en tiempos del Alcalde Don Ginés de la Hoz, el Ayuntamiento de Arrecife comenzó a planificar la ampliación de la ciudad hacia la playa del Reducto, con el relleno de lo que sería el Parque de las Islas Canarias, la demolición de las casas de la Destila y el trazado de lo que en la actualidad es el paseo de la Playa del Reducto. Al mismo tiempo se trazaron dos calles frente a la playa que más tarde se nominaron con los nombres de Almirante Boado Endeiza e Ildefonso Valls de la Torre. Al trazarse esta última calle, en 1965, quedó dentro de la misma una esquina saliente de la molina, que entorpecía la circulación y el tránsito de peatones. La Corporación Municipal, en 1968, de conformidad con la propiedad, procedió a la demolición y retirada de escombros de las ruinas de la molina, a cambio de exonerar a la propiedad del abono que le correspondía por la construcción de la acera y asfaltado de la calle, desde la Avda. de la Mancomunidad hasta la calle José Antonio.

Por el interés que pueda tener para quienes sientan curiosidad por temas del antiguo Arrecife transcribo un capítulo de la obra: “Tierras sedientas”, editada en 1921 y escrita por Don Francisco González Díaz, quien al recorrer la isla recogió una impresión generalizada de la misma, en esa fecha.
El artículo en cuestión relata, someramente, las habilidades de Don Nemesio Rodríguez Borges, en el ámbito culinario que desarrolló en su Pensión, que estaba situada en la Plazuela, hoy Plaza de la Constitución, esquina a Tresguerras. Don Nemesio fue el esposo de mi tía abuela: Genara Perdomo Martín, de cuyo matrimonio no dejó descendencia.

“EN CASA DE NEMESIO”

“Nemesio es el mejor cocinero de Arrecife; un hombre que no ha oído hablar, seguramente, de Vatel ni de Brillant-Savarín, pero que conoce a fondo la culinaria. Pasó su juventud en la República Argentina y allá aprendió a hacer unos timbales de macarrones deliciosos, y unas sopas y unas tortillas insuperables. Para desplumar magistralmente un pollo, no hay mano como la suya. Para poner, adornar y servir una mesa, tampoco tiene rival en tierras de Lanzarote. Y sobre estas habilidades, completándolas, Nemesio posee las artes de seducción del perfecto hostelero: la virtud de saber hacerse cargo, la adivinación rápida y luminosa del deseo de sus clientes, la palabra avara, el gesto obsequioso, la mirada tierna y una estereotipada sonrisa, a veces mefistofélica.
Con estas dotes, no debe sorprendernos que Nemesio, moviéndose entre su cocina y su comedor durante algunos lustros, haya hecho una fortunita. Ni debe extrañarnos que, luego de amasarla con copiosos sudores y sazonarla con ricas especias como el más suculento de sus platos, hoy se dé Nemesio cierta importancia: la importancia de los generales retirados que descansan y meditan sobre sus laureles, que recuerdan sus hazañas y sonríen un poco despectivos a los reclutas y bisoños que siguen sus huellas. Nemesio se encoge de hombros, escéptico, cuando le dicen que un émulo o un competidor copia sus procedimientos, usurpa sus fórmulas.
Piensa esto, aunque no exprese lo que piensa: ¿Copiar? ¡Bah¡ Nada más fácil. Se copian los cuadros de Velásquez y Rafael, pero solo se consigue demostrar la superioridad de los originales. El quid divinum resulta cada vez más intangible e inviolable.
En fin, Nemesio, enriquecido gracias a sus salsas, guisos, ensaladas y estofados, trabaja actualmente por amor al arte. No abre su puerta para todos; la entorna, y es preciso llamar con fuertes golpes. No admite sino recomendados, gentes de solvencia y prestigio notorios. Prefiere y mima a la magistratura ambulante. Nemesio siente cierta debilidad por Témis. De fondista activo se ha convertido en amateur del fogón, en fondista honorífico. Actúa a ratos, según le place o le conviene; pero en sus horas felices de inspiración, concibe y realiza maravillas. Unos cuantos ingredientes vulgares le bastan para componer un poema manducatoria.
Nemesio constituye un caso inverosímil de éxito económico por la vía digestiva. No se sabe de otro en Lanzarote ni en Canarias. Los que en Canarias dan de comer al hambriento estipendiariamente, son proveedores a quienes pronto se les acaban los víveres.
Previa la venia del posadero, más bien anfitrión, nos reunimos a comer en casa de Nemesio varios amigos, y fuimos tratados a lo príncipe. Diónos un opíparo banquete y tuvimos una cena de las burlas, por el mucho, donoso y bien sazonado ingenio que en torno a la mesa se derramó. El decano de los cocineros lanzaroteños rejuveneciese al presentarnos unas empanadas a la milanesa que venían diciendo a gritos: ¡comednos¡ Cantó las glorias de Némesis. Y evocó los tiempos áureos de su aprendizaje en América, y recordó escenas y episodios de su larga existencia hosteril en Arrecife.
-Cuéntenos aquello del inglés- pidióle uno de los comensales.
Y Nemesio, sin hacerse de rogar, empezó: -Yo era en mis tiempos un luchador de empuje. En el terrero nadie podía conmigo. Y el inglés, mi huésped, que lo sabía, y acostumbraba a emborracharse, llegó cierta noche como una cuba, y me desafió diciéndome: ¡trompis¡ ¡trompis¡
Yo comprendí lo que deseaba, le eché una zancadilla, le tumbé, y ya en el suelo el inglés exclamó:
-¡Very wel¡
Aplaudía mi triunfo atlético. También me entusiasmé, y le perdoné la cuenta del hospedaje. Y aquel diablo rubio, sin chispa de malicia ni chispa ninguna, pidióme luego muchas veces que repitiera la lección. Le enseñé a luchar y él me enseñó a boxear, hasta que nuestras fuerzas se igualaron y fuímos recíprocamente invencibles.
Cuando esto decía, el hostelero-luchador parecía por la expresión placentera de su rostro, catar una excelente salsa. Una altivez napoleónica le agigantaba en su vuelta al pasado histórico.
-¡Bravo, Nemesio¡ le gritamos entre aplausos. Mande usted repicar las cacerolas, y que suenen las copas entre-chocadas. Merece una doble corona su doble heroísmo de luchador y de cocinero.
Después, cerrado este capítulo culinario-pugilista, yo leí varios capítulos de una obra inédita que el célebre condimentador encontró escasa de sal, y los camaradas encontraron buena, tan buena quizás como los guisos de Nemesio el Grande”.

Nota: Nemesio era natural de Tías, sobrino de otro gran luchador: Ulpiano Rodríguez, nombre que lleva hoy el terrero de lucha canaria de su pueblo natal.

lunes, 17 de agosto de 2009

AYUNTAMIENTO DE SAN BARTOLOMÉ DE LANZAROTE

ESCUDO HERÁLDICO
En enero de 2001, el Ayuntamiento de San Bartolomé encargó al Departamento Cultural del Museo Etnográfico Tanit, la memoria descriptiva del Escudo Municipal, que venía uitilizando en su documentación, para iniciar los trámites de su legalización.
El escudo se venía utilizando desde la década de los 90 del pasado siglo, en tiempos del Alcalde Don Antonio Cabrera Barrera, quien dió los primeros pasos para la confección del Escudo Municipal, aprobado por la Corporación en base a la propuesta que le presentó el autor de este blogspot.
Con fecha 15 de marzo de 2001 se presentó, por el Departamento Cultural del Museo Tanit, la memoria solicitada, aprobada por unanimidad en el Pleno de 15 de Junio de 2001. El acuerdo aprobatorio se elevó a la Dirección General de Administración Territorial y Gobernación de la Comunidad Autónoma, acompañado del informe favorable de la memoria, emitido por la Comisión de Heráldica de Canarias.
Con los informes favorables, la Consejería de Presidencia e Innovación Tecnológica de la Comunidad Autónoma acuerda, con fecha 20 de Febrero de 2003, aprobar definitivamente el Escudo Heráldico de San Bartolomé de Lanzarote, cuya Orden fue publicada en el Boletín Oficial de Canarias, el jueves 6 de marzo de 2003.
El texto decriptivo de la memoria, elaborado por el Departamento Cultural del Museo Etnográfico Tanit, recogido en el expediente, es el siguiente:
MEMORIA DE LAS RAZONES HISTÓRICAS, CULTURALES Y SOCIALES QUE JUSTIFICAN LA PROPUESTA DE ESCUDO HERÁLDICO DE SAN BARTOLOMÉ DE LANZAROTE
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1.- Descripción del escudo heráldico que se propone:

Sobre campo de gules, escudo en forma de concha acordonada con celada y gola en la parte superior, con un par de plumas a cada lado. En el centro, cuatro fajas en sable. Bajo el mismo cuatro médanos en oro.
Bordadura blanca con cuatro hojas de vid en esquinas y leyenda “Ajei” en la parte inferior.
Al timbre, Corona Real cerrada. De cimera: Ayuntamiento de San Bartolomé y de bajera: Lanzarote.
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2.- Razones históricas, culturales y sociales que justifican la anterior propuesta:

ESCUDO CENTRAL

El espacio central lo conforma el escudo que se encuentra en la Casa del “Mayor Guerra”, personaje principal del pueblo de San Bartolomé, quien por sus actuaciones, desarrolló gran parte de su historia.
El apellido Guerra, según la Heráldica de los apellidos canarios, procede de Don Juan Guerra de la Vega, que tuvo su casa solariega en las montañas de Burgos.
Uno de sus descendientes, Don Lope Fernández de la Reguera y Guerra, fue famoso conquistador de Gran Canaria y su segundo hijo, Don Bartolomé Joannes Guerra se arraigó en la Ciudad de Guía.
Los archivos de esta Ciudad, así como los de Teguise y San Bartolomé de Lanzarote, permiten seguir el estudio del apellido y completar la rama genealógica del mismo.
Don Cayetano Lorenzo Guerra Duarte, nacido en Guía el 10 de Febrero 1689, se trasladó a Lanzarote para posesionarse de su destino militar. Se avecindó en San Bartolomé, donde contrajo matrimonio el 5 de Octubre de 1724 con la vecina de este pueblo Doña María de los Reyes Clavijo y Figueroa.
De este matrimonio nace, el 14 de Marzo de 1733, Don Francisco Tomás Guerra Clavijo y Perdomo, que se inclinó por la vida castrense, siendo conocido con el sobrenombre de “Mayor Guerra”.
En 1757, contrajo matrimonio con Doña María Andrea Perdomo Gutiérrez, estableciendo su domicilio en una pequeña casa a los pies de la montaña El Cascajo de San Bartolomé.
El primitivo hogar fue sustituido, en 1765, por una nueva edificación, más sólida, en la ladera de los Morros del Cascajo, en un lugar despejado desde el que se domina un amplio paisaje, sobre todo el pujante Puerto del Arrecife.
Sobre su entrada, como homenaje dieciochesco, manda colocar un blasón tallado en mármol blanco, dedicado a su esposa, por lo que el escudo corresponde al apellido Perdomo, siendo sus detalles: escudo en forma de concha acordonada con celada y gola en la parte superior, con un par de plumas a cada lado; en el centro, cuatro fajas en sable.
En 1790, el “Mayor Guerra”, ascendió a Teniente Coronel y le nombran Jefe del Regimiento Provincial de Lanzarote. En 1793, es designado Gobernador Militar de las Armas, cargo que desempeñó hasta su muerte, acaecida el 3 de Febrero de 1808.
Durante su época de Gobernador Militar, intervino en el nombramiento de Alcaldes y Regidores de la isla y ejerció la Administración de Justicia con jurisdicción en toda Lanzarote. Fue tanta su influencia y poderío que llegó a establecer el “Fuero de Guerra”, con el que se permitió cobrar algunos impuestos.
El mayor de sus hijos, Don Cayetano, fue el primer Párroco de la Iglesia de San Bartolomé, cuya construcción y erección en Parroquia fue promovida por el “Mayor Guerra”, quien además de diversas ayudas que prestó, costeó a sus expensas la Capilla de Nuestra Señora de los Dolores, en la que se encuentra sepultado junto con su esposa.
Le sucedió en el cargo de Gobernador Militar, otro de sus hijos, Don Lorenzo Bartolomé, que ostentaba el cargo de Capitán a la muerte de su padre y fue el protagonista de la llamada “Guerra Chica”.
El Ayuntamiento, con la aquiescencia de los propietarios, da, el 29 de Abril de 1982, los primeros pasos para la declaración de Monumento Histórico - Artístico a la casa del “Mayor Guerra”.
En sesión plenaria, celebrada el 30 de Enero de 1986, el Ayuntamiento de San Bartolomé de Lanzarote, aceptó la donación de la casona, con la condición de restaurarla y dedicarla a fines culturales.
La Consejería de Cultura y Deportes del Gobierno de Canarias, estimando que la casa del “Mayor Guerra” tiene condiciones y signo de identidad histórica para su consideración como Monumento Histórico - Artístico la declara como tal el 22 de Abril de 1986, siendo el único monumento de estas características en el término municipal y el escudo que figura en él, el único que blasona un edificio en la localidad.

LOS MÉDANOS

El primitivo pueblo de San Bartolomé, asentado a los pies del volcán Emine o montaña Mina, estuvo siempre bajo los avatares de los “jables” o arenas volanderas que partiendo de la playa de Famara, recorren el centro de la isla hasta llegar a playa Honda, en el término municipal de San Bartolomé, donde formaron médanos o grandes montones de arena.
El Obispo de Canarias Don Cristóbal de la Cámara y Murga, cuando visitó la isla de Lanzarote, en su Sinodal de 30 de Abril de 1629, escribió:
“ En aquella isla hay muchísimos montones de arena, que van corriendo entre dos mares, insensiblemente se ven caminar, de manera que como las aguas son, que salen del mar y vuelven a entrar en él, y es tan grande la altura de la arena que pudieran hundir hasta seis hombres. Corre a menos de una legua de la Villa, pasando por Mazaga y el lugar de San Bartolomé.... “
Un siglo más tarde, el Obispo Don Pedro Dávila y Cárdenas, en su Sinodal de 1734, recoge, refiriéndose a San Bartolomé, que: “ es un pueblo soterrado por la arena, el jable y los cascajos”, cuyos habitantes van cambiando de emplazamiento.
También, el Párroco e hijo de San Bartolomé, Don Baltasar Perdomo, hizo un croquis que, junto a su manuscrito sobre las erupciones volcánicas de 1824, se conserva en la Sociedad Española de Historia Natural.
En él escribió: “Las arenas del jable se iban extendiendo a uno y otro lado de los parajes colindantes, ocasionando que el pueblo de San Bartolomé tuvo que cambiar de emplazamiento, pues muchas de sus casas ya estaban tocadas por las arenas y quedaron arruinadas “.

LEYENDA AJEI

Cuando Don Juan de Bethencourt, conquistador de la isla, llegó a Lanzarote, se encontró con dos asentamientos poblacionales de cierta significación: Acatife y “Ajei”, encontrándose ubicado este último en lo que hoy constituye el pueblo de San Bartolomé.
“Ajei”, que en el lenguaje de los mahos significaba “Pequeña Aldea”, se encontraba en la ladera oeste de la montaña Emine.
Este nombre figura en la relación de bienes que hace Maciot de Bethencourt, descendiente y heredero de Juan de Bethencourt, cuando vende la isla al Conde de Niebla.
Según la tradición, cerca del lugar de “Ajei”, en los alrededores de la Peña de la Soledad, se construyó una pequeña ermita de piedra y barro, dedicada al Apóstol San Bartolomé y que, posiblemente, por ser entronizada un 24 de Agosto, tomó su nombre el pueblo que la veneraba. Es a partir de ese momento, cuando el nombre de “Ajei” desaparece y es sustituido definitivamente por el de San Bartolomé.

HOJAS DE VID

Las erupciones volcánicas de Timanfaya, de 1730 a 1736, lanzaron gran cantidad de lapilli que cubrieron buena parte de la isla de Lanzarote.
En el término de San Bartolomé alcanzaron las zonas de: La Florida, Islote, La Caldera, Chimidas, las Cuevas, Montaña Blanca, el Cabezo, el Grifo y Juan Bello. Nuestros antepasados, mediante el sistema de hoyos cónicos, plantaron viñas de las que obtienen ricos vinos malvasías, encontrándose en nuestro municipio las principales bodegas de la isla.

José Ferrer Perdomo .- Departamento Cultural del “ Museo Tanit “

martes, 21 de abril de 2009

EL VIEJO CEMENTERIO DE SAN BARTOLOMÉ

La Iglesia Parroquial de San Bartolomé de Lanzarote, tuvo su principio en Abril de 1.796. Fue designado primer Párroco, D. Cayetano Guerra Clavijo y Perdomo, hijo del Mayor Guerra; ambos naturales y vecinos de este pueblo.

La Iglesia tiene forma de perfecta cruz latina, con una nave central y dos capillas laterales. Cuenta con Altar Mayor, púlpito, coro y su correspondiente campanario de cuatro caras. La cubierta es de dos aguas en la nave central y de cuatro en el altar Mayor y las Capillas. Junto a la puerta de la entrada principal, de dos hojas, (tiene otra lateral, también de dos hojas), hay un espacio donde se encuentra una contrapuerta de madera con dos hojas laterales, que a modo de atrio, evita la entrada directa de la calle al interior del templo.




Iglesia Parroquial. Foto 1920


Cuando los pueblos carecían de cementerio, era costumbre dar sepultura a los difuntos –como en siglos pasados- dentro de la Iglesia. Esto al parecer nos viene desde Roma y la construcción del Panteón Romano. El Panteón era un edificio reservado como sepultura y templo destinado a los Dioses.

San Bartolomé, al inaugurarse la Iglesia Parroquial, careció de cementerio, motivo por lo que los enterramientos tuvieron lugar dentro del templo, pese a la Real Cédula de Carlos III, promulgada en 1787, por la que se estableció el uso de cementerios ventilados fuera de las poblaciones y que “sólo trata de evitar enfermedades, epidemias y pestilentes que se creen nacen del aire de las Iglesias, corrompido por los cadáveres que se entierra en los pavimentos” y “se evite el más remoto riesgo de filtraciones”. Como se ve, la necesidad de establecer cementerios fuera de las poblaciones no era ya solamente una cuestión de espacio, sino también de salubridad pública, asunto este de mucha mayor importancia. La Real Cédula fue acogida de buena gana por parte de la población y de las autoridades civiles.

Desconocemos como se distribuían los enterramientos de los cadáveres de los parroquianos dentro del recinto de la Iglesia, desde la entrada hasta el altar mayor. Generalmente se solía reservar un lugar preferente para las autoridades eclesiásticas y miembros notables de la sociedad. Respecto a los enterramiento en la Iglesia de San Bartolomé, solamente tenemos constancia documental del enterramiento, el 4 de Febrero de 1808, del Alguacil Mayor y Regidor de la Isla de Lanzarote, el Teniente Coronel Don Francisco Tomás Guerra Clavijo y Perdomo, “Mayor Guerra” y su esposa Doña María Andrea Perdomo Gutierrez, el 6 de Mayo del mismo año, en la Capilla de Nuestra Señora de los Dolores, cuya construcción fue costeada por los mismos, amortajados con los hábitos del seráfico San Francisco de Asís y la del Señor Santo Domingo, respectivamente.

A los pocos años de inaugurarse la Iglesia, el recinto interior de la misma se encontraba casi ocupado y al momento de celebrarse las misas, los concurrentes comenzaron a sentir olores nauseabundos a carne putrefacta de los cadáveres sepultados durante esos años, mezclados con olores a flores propios de los velatorios, también mezclados con los humos de las velas de cera y sebo, más olores propios de las personas que llenaban el templo, hacía que tuviese que ser impresionante el sacrificio de los feligreses, por la devoción en la creencia religiosa, al soportar por más de una hora el ritual de la misa.

El Alcalde del pueblo recibió notificación del Párroco Don Cayetano Guerra, dándole cuenta de la gravedad de la situación de la Iglesia. Por medio del siguiente edicto, convoca a los vecinos para tratar de la construcción de un Cementerio, cuyo contenido literal es el siguiente:

“En el pueblo de San Bartolomé a veinte de Agosto de 1809, el Señor Don Francisco de la Cruz Guerra Ferrer, (sobrino del Mayor Guerra), Capitán de Milicias, Juez Militar y Alcalde del pueblo, dice: Para tratar de asuntos urgentísimos en que se interesa el buen Estado y Conservación al Público, quantas son las disposiciones que se han de dar para la formación de un Cementerio por no poderse ya darse sepultura a nuestros cadáveres dentro de la Parroquia, según lo ha hecho presente el venerable Párroco en oficio a catorce del que se rige, que en él ha insinuado que ya ha dado sepulcro dentro del osario por hallarse ocupada la Parroquia y observar principio de cierta fetidez que nos amenaza de alguna peste de la que debe precaver sin perder momentos, por los medios más eficaces, ruego a los vecinos concurran todos los que quieran, para tratar de una materia tan importante, en cuya asistencia manifestarán el interés que todos toman en este asunto. Y para que conste, así lo dicto, mando y firmo: Francisco de la Cruz Guerra Ferrer”.

El edicto del Alcalde suscitó diferentes opiniones relativas al emplazamiento del nuevo cementerio, materializadas en dos corrientes de opinión. Unos eran partidarios de la construcción junto a la Iglesia Parroquial, (los adictos al Alcalde y su familia, que constituían la mayoría), mientras otros fueron partidarios de la construcción fuera del pueblo, por encontrar inconvenientes en hacerlo dentro del mismo. Estos últimos, “disidentes de la corriente oficial”, se reunieron y constituyeron una Junta presidida por don Francisco Betancort y don José Perdomo Perdomo, entre otros vecinos, para hacer ver al pueblo el inconveniente de construir el Cementerio dentro del mismo.

Con la opinión en contra de unos pocos, la mayoría de los vecinos decidieron que el Cementerio se construyera junto a la Iglesia, ofreciéndose para repartirse el costo de los terrenos donde habría de construirse el Cementerio, construcción que comenzó de inmediato.

Al iniciarse las obras, quienes estaban en contra de su decidido emplazamiento, fueron con la queja al Alcalde Mayor de la Isla y este, después de oirles, “solicitó se mandase suspender la mencionada fábrica hasta que con mayor conocimiento de causa se destinase un sitio más a propósito para ella y en que menos peligrase la pérdida de su saludable objeto”.

Este mandato del Alcalde Mayor convenció al Juez quien, “observando lo importante y útil de semejante pretensión, accedió a ello y libró el competente despacho para que se verificase su publicación en el primer día festivo, después de la misa”. Como esta providencia era un poco agria, el Párroco entregó el documento al Alcalde de San Bartolomé, quien teniéndolo ante sí, como se esperaba, dio lugar a una queja ante el ordinario, para que fuese él, quien lo comunicara a los vecinos.

Al tener conocimiento de este mandamiento, los partidarios de la construcción del Cementerio junto a la Parroquia, “se quejaron y negaron a que se suspendiesen las obras, también querían que se les oyese en justicia, que se hicieran pericias y reconocimientos”.

Estas desavenencias duraron algún tiempo y de ellas “ha tenido gran parte, la culpable tolerancia del Juez, quien ha dado margen a muchos y graves perjuicios, siendo el mayor de ellos, el que todavía insisten aquellos quatro o seis poderosos aliados del Cura y del Alcalde de San Bartolomé, en el encaprichado deseo de llevar a efecto la obra del Cementerio junto a la Iglesia”.

Las diferentes opiniones, con sus correspondientes quejas e intervenciones judiciales, llevarían consigo la paralización de las obras del Cementerio al tiempo que se agravaba la situación dentro de la Iglesia, al no poderse enterrar más cadáveres en la misma por encontrarse ésta totalmente ocupada.

Ante esta difícil y peligrosa situación, el Alcalde no dudó en tomar una determinación, apoyado por las fuerzas vivas del pueblo, determinación que quedó recogida en la siguiente acta:

“Una semana más tarde, el 27 de Agosto de 1809, comparecieron en la Sala del Ayuntamiento de San Bartolomé, el señor Alcalde don Francisco de la Cruz Guerra Ferrer, el Capitán don Juan Vicente Bethencourt Brito, el Teniente y Diputado don Nicolás de Salazar Carrasco Ferrer, al Capitán don José Guerra Clavijo y Perdomo, el Teniente don Rafael Ferrer Ramírez, el Sub-Teniente don Manuel Perdomo Fuigueroa, los vecinos don Antonio Perdomo Figueroa y don José Perdomo Perdomo, entre otros. También asistió el venerable Párroco don Cayetano Guerra Perdomo.
Todos ellos toman el acuerdo de construir el Cementerio junto a la Iglesia, por el Poniente, como se tenía previsto y por lo que respecta a los gastos de la fábrica de paredes, puertas y demás, acuerdan hacer frente a los mismos, si bien han de correr por el pueblo, personas de respeto, a fin de que voluntariamente ofrezcan todo como vecinos y si estos ofrecimientos no acceden al costo de la fábrica, vuélvase a reunir el pueblo y prudentemente se repartirán lo que falte”.

La propuesta defendida por el Alcalde y su familia, salió triunfadora y muy pronto se acabó la construcción del Cementerio, comenzando los enterramientos en el año de 1810.

Además de su equivocado emplazamiento, el Cementerio adoleció de falta de espacio, pues su utilización fue relativamente corta, algo más de un siglo. En 1925 se iniciaron las obras para la construcción de un nuevo cementerio, en las afueras y al sur del pueblo, inaugurado en 1927, en tiempos del Alcalde don José Cabrera Torres.









Cementerio Municipal 1927




En la década de los sesenta, del pasado siglo, por acuerdo de la comunidad religiosa se decidió construir un Salón Parroquial en el solar del antiguo Cementerio. Años más tarde, en convenio con la Diócesis, la propiedad pasa al Ayuntamiento. La Corporación ejecuta las obras necesarias para remodelar el Salón y convertirlo en un amplio y moderno Teatro Municipal.



domingo, 12 de abril de 2009

LA "DIOSA TANIT"


La civilización púnica nació, se desarrolló y tuvo su auge en tierra africana, durante la unión de África con Oriente y el Egipto milenario, iniciada por los fenicios, en el siglo XI a.C.

Fueron los cartagineses, a partir del siglo VIII a.C., con la fundación de Cartago, capital del mundo mediterráneo, quienes hicieron entrar al África en la luz de la historia, por medio del comercio, la religión y el saber, desarrollando una nueva civilización llamada líbico-púnica, al ponerse en contacto con las poblaciones del interior africano.

Cartago, por su fundación real y legendaria, por la red de fundaciones a lo largo de las costas mediterráneas, por sus conquistas y explotaciones más allá del Estrecho de Gibraltar, constituyeron un imperio marítimo que se desarrolló hasta el siglo II a.C. Las famosas guerras púnicas que enfrentaron Roma y Cartago, marcó el fin y la destrucción de una ciudad, pero no la influencia de su civilización, que duraría algunos siglos más.

Cartago, desde su fundación por los marinos tirios, era conocida como “reina de los mares”, pues no ha existido otra ciudad que haya dependido tanto exclusivamente del mar. Los cartagineses dominaron muy lejos sobre el mar, llevaron sus armas a otros territorios y fundaron colonias por todas partes. Por su poderío igualaron a los griegos y por sus riquezas, a los persas.

Desde la más remota antigüedad, en todos los pueblos y en todas las culturas se hace referencia a las creencias religiosas de los pueblos antiguos, adorando a una “Diosa-Madre”, creadora y sustentadora del universo, madre a su vez de otros dioses y todos ellos protectores de la vida, de su pervivencia, de las aguas, de las cosechas y sustentadora del universo.

La representación de las denominadas Venus o “Diosas–Madres” y de otras diosas derivadas de ellas ha sido generalmente un triángulo o trapecio, colocando en el vértice superior una barra horizontal a modo de brazos y cuyos miembros aparecen, en algunas representaciones, algo elevados, y un círculo encima de este, el disco solar. Este es el signo con el que se representa a la “Diosa Tanit”, que se repite en Cartago, en el Mediterráneo, en la costa occidental africana y en las islas Canarias.
En el centro de la ciudad de Cartago, en la colina de Byrsa, se intaló el Tophet, santuario consagrado a las divinidades tutelares de la ciudad: el “Dios Baal Hammon” y la “Diosa-Madre Tanit”, constituyendo un área sagrada con sus estelas votivas y urnas cinerarias. La “Diosa Tanit” fue considerada como Señora del Cielo y el Infierno, Diosa del Amor, de la Fortuna, de la Felicidad, de la Fecundidad y hasta de la guerra y de la muerte. El culto a la “Diosa-Madre Tanit”, (diosa secundaria en Sidón, elevada por Cartago a lugar preeminente, se convirtió en diosa tutelar a partir del siglo V a.C.), se extendió por el área mediterránea y a todos los lugares de la civilización púnica.








Estela de la Diosa Tanit. Museo de Cartago



Estela de la Diosa Tanit. Museo BB. AA. de Cádiz


A mediados del siglo V a.J.C., el explorador cartaginés Hannón el Navegante, narra la fantástica exploración por las costas del África sahariana y ecuatorial, llegando hasta el golfo, llamado elCuerno del Sur.

Desconocemos la fecha exacta de la llegada de los primeros pobladores a las Islas Canarias que, según varios historiadores, pudieron llegar hacia el siglo V a.C. El poblamiento continúa siendo un interrogante, así mismo se desconoce si los cartagineses llegaron y tuvieron presencia en las islas y si fueron ellos los que introdujeron la adoración a la Diosa-Madre, en su aspecto “Tanit”. Es posible que se acercaran a las islas y permanecieran en ellas de forma esporádica, bien porque algún temporal los alejara de la costa africana o que lo hicieran huyendo de ataques piráticos.

Existen en las islas una serie de cuevas y lugares en los que se han localizado inscripciones líbico-bereberes acompañadas de otras incisiones lineales, influenciadas por la cultura púnica, destacando en alguna el símbolo representativo de “Tanit”, asociado a otros motivos y figuras. Estas grabaciones están presentes en lugares como: la Cueva Santa en Tenerife; el santuario de los Santillos en el Hierro; Pico de Piragua en Fuerteventura; Cueva Grabada de Silva en Gran Canaria, entre otros. “Tanit” ha sido nominada en sus representaciones como: Istar, Astarté, Tara, Moneiba, Diosa de Tajao, Abora, Chaxiraxi; diferentes nombres para una única Diosa.

En Lanzarote, el símbolo “Tanit”, se encuentra grabado en un bloque de piedra del Pozo de la Cruz en San Marcial del Rubicón, junto a otros motivos geométrico y dos grabados de pies humanos.


Grabado localizado en el Pozo de la Cruz. Lanzarote


Los grabados y estatuaria de la diosa “Tanit”, comprende a todo el Archipiélago. Sus representaciones vienen a ratificar la conexión entre los mundos religiosos canario, púnico y bereber.

Con la intención que, con el paso de los años, perdurara en el tiempo elementos y usos de la costumbres canarias, fue fundado un museo, al que se nominó “Museo Etnográfico Tanit”, ubicado en las antiguas bodegas de una tradicional casa canaria del siglo XVIII, el cual ofrece la más completa visión de los bienes y enseres utilizados por nuestros antepasados, desde los “majos” hasta la primera mitad del siglo XX. Acercarnos a conocer los utensilios, vestimentas y documentación que formaron parte de la vida social, laboral y religiosa de los lanzaroteños, nos permite adentrarnos en las raíces de un pueblo capaz de arrancar a los volcanes un haz de vida.


Logo del “Museo Etnográfico Tanit”


Los fundadores y creadores del Museo, José Ferrer y su esposa Remy de Quintana, son conscientes del importante papel social y educativo que desempeñan los museos, no solo como centros de información y difusión del conocimiento multidisciplinar hacia nuestros conciudadanos, sino como un eficaz medio de acercamiento a todos los pueblos del mundo que lo visitan. El Museo no sólo conserva el pasado y su conocimiento, sino que quiere ser un referente social del momento histórico que vivimos, de cara al turismo que se acerca a nuestra isla, que además de “tomar” el sol y disfrutar de la playa, exige algún elemento cultural más, que puede encontrar en el “Museo Tanit”, situado en el centro de la isla: San Bartolomé de Lanzarote.