viernes, 22 de enero de 2010

UN LANZAROTEÑO EN ULTRAMAR (2)

SEMBLANZA


En mi incesante búsqueda de información, he recopilado bastante documentación oficial, que junto a los escritos particulares y personales; las dedicatorias y anotaciones en las fotos que guardo; los párrafos escritos en algunos de los libros que leyó; la información recibida de personas que le conocieron; los relatos de quienes en su entorno escucharon alguna referencia personal del “Tío Pepe”; la información directa que tuve de mi padre, quien junto a sus hermanas convivieron en la casa familiar desde su regreso de Filipinas, hasta su fallecimiento; el testimonio de mi abuelo materno Eloy que de él adquirió el hábito de la lectura histórica y aprendizaje del “juego del tresillo”; las anécdotas de mi tía–abuela Genara, propietaria junto a su esposo de la “Pensión de Don Nemesio”, donde José Cayetano se alojaba en Arrecife; los documentos facilitados por varios centros oficiales y la información directa recogida de su hermano menor, Ruperto, a quien conocí durante la última etapa de su vida en Las Palmas de Gran Canaria, reflejada en el anexo, dispongo de información suficiente, para esbozar, a grandes rasgos, algunas características de su personalidad.

Según su hermano Ruperto, el juego más apasionante de José Cayetano, cuando niño, consistía en la lectura:

“devoraba con los ojos cuantos libros caían en sus manos, y a la edad en que otros niños escuchaban cuentos adecuadamente pueriles de hadas y hechiceras, él no se despegaba de las faldas de su madre, que le leía en voz alta diversas obras literarias, que escuchaba con gran atención y de las que su memoria prodigiosa le permitía retener páginas enteras”.

Por aquellos tiempos “circulaba la leyenda”, entre sus compañeros de escuela, que José Cayetano se pasaba las noches en vela leyendo, y que, para sustraerse a la vigilancia de su madre, se guardaba en los bolsillos todos los cabos de vela que encontraba, para alumbrarse con ellos durante la vigilia.

En cualquier caso, sus familiares y maestro iban de sorpresa en sorpresa ante las despiertas aptitudes de aquel niño, bueno, afable y respetuoso, pero demasiado serio. Tal vez él adivinara entonces instintivamente que sólo el trabajo concienzudo y sistemático, sacrificando lo que la vida presenta de fácil y cómodo sería el instrumento que allanaría el camino de su vocación. Nos refiere también su hermano, que cuando José Cayetano tenía doce años, su abuela materna María Nieves, le había ofrecido un aguinaldo para Navidad, en lugar de elegir un juguete como la mayoría de los niños, le rogó que le comprase una Historia de América, con harta desilusión de los demás hermanos,

“porque él podría disfrutar a su antojo de nuestros juguetes, en cambio nosotros, ¡a ver para que queríamos la Historia de América¡

Fue deseo de su padre, Comandante Jefe del Batallón de Milicias de Lanzarote, que continuase con la tradición militar de la familia. Parece casi innecesario decir que José Cayetano realizó su bachillerato brillantemente, con dedicación especial al latín y que terminada la carrera, lo hablaba correctamente. Entre sus libros, algunos de ellos conservados en el Museo Etnográfico Tanit, se encuentran varias obras literarias escritas en latín.

Terminado el Bachillerato, en el Seminario Conciliar Diocesano de Las Palmas de Gran Canaria, y el examen de grado en el Instituto de Canarias, de La Laguna, resultó problemática la elección de su carrera. El joven José Cayetano se encontraba ante una delicada situación, por la “presión mediática” de sus padres para que orientase su vida hacia la milicia o el sacerdocio, por los que no se sentía atraído. Esta inmensa duda e indecisión quedó “providencialmente resuelta”, cuando ese verano visitó la isla, su tío paterno, Don Maximino Ferrer Ramírez, que ejercía de Juez en la ciudad de Sancti Spíritus, cuyos consejos y orientaciones le inclinaron definitivamente por los estudios de Derecho.

Fue un alumno que aprovechó muy bien el tiempo. La entrega decidida en este periodo al estudio, quedó reflejada en la pronta terminación de la carrera, aprobando curso por curso todos los años de la licenciatura en Derecho.

Durante los años de estudio, intima con varios compañeros, entre ellos Antonio Feijoo, con el que conservó una entrañable amistad, no sólo en su etapa estudiantil, sino más tarde al coincidir destinados en Baracoa, isla de Cuba.

La dedicación intensa al estudio quedó reflejada, cuando después de ejercer la abogacía en su pueblo natal, por poco tiempo, se traslada a Madrid para preparar las oposiciones a la Judicatura, aprobada en la primera convocatoria. Según comentó en repetidas ocasiones, fue “Fiscal por vocación”.

El vulgo tiene una idea generalmente equivocada de lo que sea un Fiscal en los juicios y de la misión que fundamentalmente tienen. En efecto, erróneamente se cree que la misión del Fiscal es acusar a las personas de la comisión de delitos, y nada más lejos de la realidad. La misión del Ministerio Fiscal es de ayuda a la justicia y protección del Estado y de las personas que no pueden valerse judicialmente por si mismas. En otras palabras: el Ministerio Fiscal tiene como fundamental misión promover el cumplimiento de las leyes en todo lo pueda afectar al interés colectivo o al orden público y social.

En todos los lugares que ejerció, nunca tuvo ni alquiló vivienda alguna, siempre se hospedaba en Hoteles y en ellos, los momentos libres de su intenso trabajo, los dedicaba, principalmente a la lectura, (leía diariamente más de dos horas) y comentaba que:

“así como el alimento es necesario para el cuerpo, la lectura es necesaria para el alma”.

Participaba en las tertulias que diariamente tenían lugar entre huéspedes, comerciantes, funcionarios y otras personalidades que en ellos se reunían, como si de una “sociedad privada” se tratara. Don José poseía un

“verbo encendido, que brotaba a raudales de su boca y una fuerte voz, con lo que sus palabras resultaban llenas de convicción y de brío”.

Fue un empedernido fumador de puros cubanos. Entre sus documentos y en algunos de sus libros localicé varias vitolas de habanos que fumaba, las que por la posición que tenían, dobladas entre las hojas, daba la sensación que fueron utilizadas como marca-páginas.

Fue, Don José, muy amante de la Historia, a la que era muy aficionado, así como la literatura, de la que tenía un amplio y profundo conocimiento, sin olvidar el don de la palabra, que lo hacían ameno en sus participaciones tertulianas.

En otro de los libros y entre sus páginas, encontré una etiqueta del famoso ron cubano Matusalem. En la “Epoca Dorada” de Cuba, el ron más apreciado era: “Ron Matusalem”, producido por primera vez en Santiago de Cuba en 1872, por una compañía cuyos fundadores llevaron de España una fórmula secreta para destilar y mezclar rones.

“El ron “Matusalem Gran Reserva” es producto del casamiento de los rones más añejos para después pasar por un proceso de solera en barricas de roble francés, lo cual da como resultado un ron de calidad excepcional, con su sabor distintivo y una suavidad extraordinaria”.

Según relataba el “Tío Pepe”, ejerciendo de Fiscal en la ciudad de Santiago de Cuba, la Compañía Matusalem & Co. Santiago, le pasó invitación para asistir a la ampliación de sus destilerías, en las Navidades de 1887.

En la Navidad de 1891, estando destinado en la ciudad de Manzanillo, dependiente de la Audiencia de Puerto Príncipe, recibió una inesperada visita: la de su hermano menor Ruperto.

Ruperto vivía en Teguise, donde había contraído matrimonio con la joven y parienta Petronila Ferrer García, la cual falleció repentinamente a la temprana edad de 21 años, con la que llevaba casado sólo dos. Quizás para “olvidar o distraerse” del triste e inesperado fallecimiento de su esposa, decidió viajar a Cuba y visitar a su querido y admirado hermano José Cayetano. La visita le resultó sorpresiva, por lo inesperada, a la par que triste por el fallecimiento de su cuñada Petronila.

José Cayetano no solía disfrutar de la totalidad de sus vacaciones y aprovechó la ocasión para durante un mes, recorrer y servir de guía a su hermano, por los lugares más interesantes de Cuba y las ciudades donde había estado destinado. La estancia más larga fue Sancti Spíritus, lugar de residencia del tío de ambos, Maximino Ferrer Ramírez, casado con Isabel Soler. Convivía con sus padres, el hijo de estos: Maximino Ferrer Soler, primo carnal de los hermanos Ferrer Parrilla.

Según relataron, uno y otro, la visita de Ruperto a la bella isla caribeña, resultó para José Cayetano, uno de los momentos emocionales más importantes de su vida.

La partida del hermano para su querida isla de Lanzarote, le llenó de gran tristeza y melancolía. Tristeza y melancolía que no le duró mucho tiempo, toda vez que dos meses más tarde, recibió nombramiento de un nuevo destino de Fiscal, esta vez a un lugar tan remoto e inesperado como fue Pampanga, provincia de la Isla de Luzón, dependiente de la Audiencia de Manila, en las islas Filipinas.

En Abril de 1892, embarca en el puerto de La Habana, con destino a Sevilla, en el vapor “León XIII”. Como el barco que lo trasladaría a Cavite, puerto de Manila, no saldría de Barcelona hasta Junio de ese mismo año, decidió acercarse a Lanzarote, para visitar a sus padres, hermanos, familiares y amigos. Fue ésta la primera visita que hizo a su pueblo natal, después de 9 años de permanencia en Cuba, y la aprovechó para “descargar sus baules”, llenos de obsequios, libros, documentos y objetos personales, de los que gran parte se conservan.

Gratificante y corta le resultó su estancia en la isla, pero como había recibido el salvoconducto para el viaje a Filipinas, hubo de partir con destino a Sevilla, desde donde en tren se trasladó a Madrid, alojándose en la casa de huéspedes de la calle Montera, la misma en la que hospedó cuando preparó las oposiciones y en la que posteriormente pernoctaba cuando pasaba por la capital de la nación.

De Madrid se traslada a Barcelona embarcando el 23 de Junio en el vapor “Isla de Mindanao”, con destino al puerto de Cavite, en Manila, a donde llega tras 31 días de navegación por el Mediterráneo, canal de Suez, mar Rojo, mar de Bengala, canal de Malaca y mar de la China.

La provincia de Pampanga, está situada al N.O. de Manila y en cuya capital: San Fernando, se encontraba la Fiscalía, a la que fue destinado José Cayetano. La distancia entre ambas ciudades es de 65 kilómetros, recorrido que efectuó en carreta, medio de comunicación utilizado entre ambas localidades.

Esta provincia correspondía a una antigua región de Filipinas, conocida como “Tagalo del Sur”, en la que la mayoría de sus habitantes, los “tagalos”, no hablaban el español. La raza indígena de los “tagalos” es de origen malayo y habitaban en la mayor parte de las islas Filipinas, sobre todo en la isla de Luzón.

El Tagalo es también una lengua de origen neomalayo o malayoapolinésico y es hablado por todos los habitantes nativos. En la actualidad es la segunda lengua con más de 50 millones de parlantes y sirvió de base para el filipino como lengua nacional.

Hoy la lengua española de Filipinas está influenciada en más de un 30 por ciento por palabras procedentes del tagalo, donde muchas palabras se han incorporado como una deformación lingüística del español. Un ejemplo clásico es la frase del tagalogo “Kumusta”, que equivale al ¿Como está usted?

En esta región y con esta lengua, se ve obligado José Cayetano a desempeñar su labor de Fiscal. A los pocos de meses de estancia en San Fernando, ya se entendía perfectamente con los tagalos en su lengua. Cuando todo parecía indicar que su estancia en Filipinas sería por largo tiempo, comienza para este lanzaroteño una etapa errante de continuos destinos y viajes tan distantes, como si de una “maldición se tratase”.

Llega en Julio de 1892 y a finales de Noviembre del mismo año, por ascenso y “necesidades del servicio” es nombrado Juez de Primera Instancia de Manzanillo, en la isla de Cuba, ciudad en la que ya había ejercido de Fiscal. Una verdadera locura, pero José Cayetano con esa paciencia que desde niño siempre le acompañó, aceptó de buen grado, no sólo este rápido cambio, sino los varios que tuvo que sufrir en un corto periodo de tiempo.

Apenas llega a Cuba, a principio de Diciembre de 1892, cuando el 21 de Marzo de 1893 se ve obligado a cesar en el Juzgado de Manzanillo, para incorporarse nuevamente, por ascenso y “necesidades del servicio”, a la Fiscalía de Pampanga, en las islas Filipinas.

El 10 de Abril de 1893, embarca en el puerto de La Habana, con destino a Cádiz, en el vapor Cataluña. Como en el viaje anterior, el barco que lo llevaría de Barcelona al puerto de Cavite, el “Isla de Mindanao”, no saldría hasta finales de Junio, tuvo que esperar casi dos meses para realizar el trayecto. Esta vez no viajó a Lanzarote, prefirió permanecer en Madrid y disfrutar del ambiente cultural y festivo de la capital española. Por la documentación que obra en nuestro poder, su estancia en Madrid fue prácticamente obligatoria, ya que por su rápida salida de Manzanillo quedó sin percibir sus últimos emolumentos, con las correspondientes dietas. Este trámite económico se lo solventó su amigo y abogado de Manzanillo, don Wenceslao Bosch, que quedó encargado de solucionarlo a través del Habilitado General de la isla de Cuba, Sr. Coy. En escrito dirigido a su residencia de Madrid, don Wenceslao le adjunta un pagaré por el importe total de los “pesos” pendientes de cobro.
En víspera del viaje se traslada a Barcelona donde embarca el 23 de Junio, para llegar, por segunda vez, al puerto de Cavite, el 24 de Julio después de 31 días de navegación.

Tranquilo y esperanzado se encontraba en San Fernando, en la Fiscalía de Pampanga, donde llevaba año y medio, cuando el el 10 de Diciembre de 1894, le comunican que tiene que cesar para incorporarse a un nuevo destino: el de “Secretario de la Sala de la Audiencia de San Juan de Puerto Rico”.

Este “nuevo cargo”, le supuso una gran alegría y satisfacción, toda vez que allí se encontraban familiares de su cuñada Margarita: el hermano Rafael Martín Guerra y los tíos de ambos, José María y Francisco Guerra Bethencourt.

De regreso de las islas Filipinas, en el vapor “Isla de Panay”, José Cayetano no embarca inmediatamente para San Juan, se detiene en Madrid una temporada, descansando y reponiéndose de una incipiente diabetes, acreditada con certificación médica expedida en Madrid el 6 de Abril de 1895.

Repuesto de su enfermedad, el 8 de Mayo embarca en Cádiz, en el vapor “León XIII”, con destino a San Juan a donde llega el día 19.

Cuando en 1996 visité en Puerto Rico a varios descendientes de los Guerras, de los que recogí variada información, recopilada en mi obra “El Mayor Guerra”, tuve la oportunidad de conocer y saludar, en su casa del Campus Universitario de San Juan, a Doña Estela Cifre de Laubriel, quien me obsequió y dedicó una de sus obras: “La contribución de los isleño-canarios en la formación del pueblo puertorriqueño”. En esta obra están recogidos todos los canarios que de una u otra forma llegaron a Puerto Rico, (2.733), con indicación de su procedencia, estado, destino y ocupación, así como otra gran variedad datos, entre ellos quienes renunciaron o conservaron la nacionalidad española, en el momento de la ocupación de la isla por los Estados Unidos de América.

La obra contiene una separata en la que están relacionados los funcionarios destinados en la Isla y en ella aparece José Cayetano, como:

“Secretario de la Sala de San Juan y Registrador de la Propiedad”.

La estancia en Puerto Rico le resultó amena y agradable, ejerciendo durante unos meses de Secretario de la Sala y posteriormente Registrador la Propiedad.

Los funcionarios públicos de su categoría: Jueces y Fiscales, por “necesidades del servicio”, podían desempeñar alternativamente, no solo, uno u otro cargo, sino también el de Registradores de la Propiedad. Esta función, además del sueldo, llevaba consigo un incentivo que cobraban conforme a los expedientes que tramitaban. Los Registradores solo podían ser cesados por nombramiento oficial a otro destino, pero en cambio conservaban una “paga vitalicia”, aunque desempeñaran otro cargo. Este nombramiento benefició económicamente a José Cayetano, de tal manera que cuando volvió a desempeñar los cargos de Fiscal o Juez, cobraba un doble sueldo. Esta situación le repercutió favorablemente en su jubilación.

Su sino fue siempre un incesante cambio de destinos, posiblemente no todo el mundo aguantaría esta situación, sin caer en el desánimo o la desesperación. José Cayetano “aceptaba estoicamente” cada nueva o repetitiva situación o cargo, sin exteriorizar ni manifestar nunca, ningún tipo de reproche.

Con ese buen humor que le caracterizó, el 26 de Mayo de 1896, recibe un nuevo nombramiento, otra vez para hacerse cargo de la Fiscalía de la Pampanga, en las islas Filipinas. Parece una película de ficción, un contrasentido o una incredulidad, si no fuese porque conservamos la documentación de todos sus nombramientos, ceses y certificado de los viajes realizados.

Regresa de Puerto Rico y embarca seguidamente en Barcelona, el 26 de Junio, para el puerto de Cavite, en Manila. José Cayetano, según comentaba, ya sospechaba que su estancia en aquellas islas, todavía españolas, iba a ser su última andadura en aquellos territorios, toda vez que el sentimiento independentista y revolucionario se estaba extendiendo cada vez con más fuerza.

De Fiscal de Pampanga, se traslada por ascenso a la Fiscalía de La Laguna, ciudad dependiente también de la Audiencia de Manila. Gracias al conocimiento que ya tenía de la lengua tagala, le solucionó sin contratiempo este nuevo destino; los habitantes de esta ciudad, apenas conocían el castellano.

El 19 de Febrero de 1897, se posesiona como Juez de Instrucción en el mismo Juzgado. Permanece en este cargo hasta Enero de 1899 en que es encarcelado y castrado, como la mayoría de los españoles allí residentes, con motivo de “la revuelta de los tagalos”, que alentados y ayudados por los norteamericanos, luchaban por la independencia de las islas Filipinas.

Después del regreso definitivo, en 1900, pasó los últimos años de su vida en la casa paterna de San Bartolomé, alternando con sus estancias en Arrecife, en casa de Don Nemesio, en cuya Pensión se hospedaba. (Años más tarde, el edificio fue sede de la “Casa Cuartel de la Guardia Civil”).

La casa de sus padres, junto a la Plaza del Carmen, ofrecía la estructura típica de las viviendas tradicionales canarias, con una puerta de entrada que daba acceso a un gran patio, rodeado de las diferentes habitaciones o estancias. En uno de los extremos, una amplia escalera con peldaños de piedra labrada daba acceso al dormitorio principal, utilizado por sus padres, situado en la parte alta o “sobrado” como vulgarmente era conocido. Las viviendas que contaban con una o dos estancias en alto, estaban consideradas en esa época, como pertenecientes a familias de mayor distinción y relevancia económica.

En el ala izquierda del patio, estaba la sala y junto a ella un dormitorio. Estas dos estancias fueron las utilizadas por el “Tío Pepe” desde su regreso definitivo a San Bartolomé. La sala se convirtió en despacho con amplias estanterías acristaladas, donde guardaba “sus cosas” y recuerdos más preciados, además de numerosos libros. El adjunto dormitorio, era su “alcoba” privada.

En los años 60 del pasado siglo, la vivienda fue derruida, conservándose algunas habitaciones además de la escalera y la parte alta; en la actualidad este bello rincón, resto de la antigua casona, se encuentra en proceso de restauración, por los actuales propietarios, parientes del “Tío Pepe”.

José Cayetano fue un viajero incansable. Durante el tiempo de estancia en Cuba, en sus vacaciones, se dedicaba a recorrer la isla, se conocía todos sus rincones, sin olvidar el contacto con su tío Maximino y el hijo de este, su primo hermano Maximino Ferrer Soler, Maestro y Director de la Graduada Escolar de Sancti Spíritus, que contrajo matrimonio, en segundas nupcias, con la joven Clara Cartaya, también Maestra y compañera suya.

Como punto final de este capítulo, definiría a José Cayetano como: “varón de dulce memoria y modesta fama, tenaz y sencillo, recto en el pensar y elegante en el decir, alma suave y cándida, llena de virtud y patriotismo, purificada en el yunque del dolor hasta casi llegar a la perfección ascética”.

No hay comentarios: